sábado, 6 de junio de 2009

CARTAS ECHADAS PARA PSOE Y PP

LA campaña electoral para el Parlamento Europeo ha finalizado en medio de críticas a los principales partidos por el sesgo de sus estrategias y discursos. Se ha tratado, sin duda, de una campaña trufada por polémicas absolutamente ajenas al debate de programas e ideas, pero, por otro lado, habituales en toda contienda electoral y en todas las democracias europeas. Cuestión distinta es el bajo perfil personal que han exhibido algunos dirigentes políticos, cercano al ridículo, con frases pretendidamente ingeniosas o desproporcionados ataques a terceros. En esto, la clase política tiene motivos para sentirse censurada y obligada a rectificar, porque no basta con tener carné y ser leal para asumir ciertos cargos de primera línea.

Ahora bien, el reproche menos razonable es el que se centra en un exceso de contenido «nacional» y poco europeo en los discursos de PP y PSOE. La abstención del 7-J no vendrá precisamente porque los españoles sientan defraudado su europeísmo. La confrontación de planteamientos sobre la crisis económicas y laboral que sufre España y la oposición de ideas sobre el futuro de nuestro país eran opciones inevitables para populares y socialistas, que asumieron desde las elecciones generales de 2008 que la ronda electoral de 2009, iniciada con las autonómicas de Galicia y País Vasco y que finalizará mañana con las europeas, iba a ser una prueba definitiva para el Gobierno del PSOE y para la oposición liderada por Mariano Rajoy. Lo nacional no puede ni debe ser excluido de una contienda electoral entre partidos que son nacionales. Tampoco es un defecto español. Gran Bretaña ha votado con la vista puesta en el escándalo de los gastos pasados por sus diputados a los fondos públicos del Parlamento y condicionada por el fuerte desgaste de su Gobierno. También Holanda ha votado pensando en sus problemas internos, y lo ha hecho dando la segunda plaza a un partido de extrema derecha, abanderado de una línea dura y xenófoba contra la inmigración. Es lógico y hasta deseable que mañana se vote en España con conciencia de la situación de crisis económica y laboral que se está viviendo.

Por ese significado inevitablemente interno que tendrán las elecciones de mañana, conviene tomarlas con perspectiva para dar a sus resultados el valor real que puede derivarse de que el PSOE las pierda. Sería la primera elección a nivel nacional que ganaría el PP de Rajoy al PSOE de Rodríguez Zapatero. Este efecto político será el mismo fuera cual fuera la diferencia de los populares sobre los socialistas, quienes ya han empezado a difundir la doctrina de la «dulce derrota», considerando que sería un éxito perder por poco. Para José Luis Rodríguez Zapatero, perder frente a Mariano Rajoy nunca sería «dulce» ni consolable. El factor de la abstención es imprevisible, pero para los dos principales partidos, porque están recientes los casos de las elecciones generales de 2008 y de las gallegas de este año, en las que el incremento de participación benefició también al Partido Popular. Incluso la mayor razón de los populares para creer en la victoria de mañana es la movilización de su electorado propio y de los desencantados con el PSOE. Lo obvio -que se trata de elecciones al Parlamento europeo-, es compatible con lo realista, de modo que las urnas pueden significar mañana un punto y aparte en esta segunda legislatura socialista.

ABC - Editorial

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