domingo, 26 de abril de 2009

LAS TROPAS ESPAÑOLAS, EN PELIGRO

NO es la primera vez que los informes procedentes de Afganistán, como el que publicamos hoy, revelan el avance de los talibanes en la zona de responsabilidad española. La diferencia es que cada uno es más alarmante que el anterior, poniendo de manifiesto que la situación empeora sin cesar desde hace al menos dos años y medio, hasta el punto de que un documento de Naciones Unidas alerta ya sobre la posibilidad de que los talibanes se hagan con uno de los distritos que las tropas españolas deberían tener bajo su control. La Alianza Atlántica ha elaborado en este tiempo dos grandes documentos estratégicos sobre el conflicto: el primero, en la cumbre de Bucarest del año pasado, mientras que el segundo se ha empezado a plasmar en la que se celebró en Estrasburgo a principios de abril. Todos los aliados tratan de ajustar su acción militar a unas circunstancias cambiantes, en busca de la mayor eficacia, pero, a pesar de esa constatación, el Gobierno español no ha considerado ningún cambio esencial en el papel de nuestros soldados en Afganistán. Al contrario, el presidente Rodríguez Zapatero se ha enrocado en una posición cicatera y las tropas españolas se limitan prácticamente a seguir las mismas instrucciones que tenían cuando llegaron, aunque la experiencia demuestre que la realidad es muchísimo más compleja que entonces.

En los últimos cinco años, España se ha limitado a apoyar en la OTAN prácticamente todas las iniciativas comunes, pero por la vía del asentimiento pasivo. Es cierto que no es el único país que mantiene esta posición evasiva y ambigua, pero eso no exime al Gobierno de su responsabilidad. El nuevo presidente norteamericano, Barack Obama, ha expresado claramente que desea que la misión de la OTAN en Afganistán se oriente más activamente hacia las labores de la reconstrucción, como insiste en defender el Gobierno socialista, pero a Washington eso no le impide llevar a cabo una política militar más contundente. De hecho, es muy probable que las tropas norteamericanas tengan que enviar refuerzos para evitar que las españolas sean rodeadas por el enemigo.

Las elecciones que se celebrarán en el mes de agosto en Afganistán serán un punto de fuga para la consolidación del frágil entramado institucional que la OTAN y la comunidad internacional en general tratan de apuntalar desde hace siete años. Bastaría que los talibanes las hicieran imposibles a base de atentados e intimidaciones para romper la necesaria legitimidad necesaria, y por este motivo resulta tan importante que España envíe tropas adicionales para ayudar a los afganos a empezar a vivir en paz y en libertad. Los talibanes saben que, cuando advierten que los soldados extranjeros pueden morir en aquel lejano país, logran sembrar la duda en la sociedad española. Sin embargo, nadie puede olvidar que no fue Occidente el que empezó esta guerra y que, a diferencia de lo que hicieron otras potencias en el pasado, los miembros de la OTAN están en Afganistán defendiendo su propia seguridad. La misión no puede fracasar bajo ningún concepto, porque no sólo está en juego una operación militar en un país remoto, sino -como sabemos por experiencia- la seguridad en nuestros propios países.

ABC - Editorial

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