viernes, 3 de abril de 2009

En la cumbre del 60 aniversario de la OTAN. Por Jaap de Hoop Scheffer

La crisis económica mundial lleva meses ocupando la primera página de los periódicos, y con razón. Los gobiernos están inyectando cientos de miles de millones a los mercados, y están intensificando la regulación y la supervisión. Y se están esforzando por coordinar sus acciones, entre otras cosas mediante las reuniones del G-20 que acaban de concluir en Londres, porque está clarísimo que éste es un problema transnacional que requiere soluciones multilaterales.

Muchos de esos mismos dirigentes vienen hoy a la cumbre de la OTAN en Estrasburgo y Kehl para hablar de seguridad. Pero esto no significa cambiar radicalmente de tema. Imaginen qué le sucedería al sistema financiero internacional, con lo frágil que es ahora, si se produjese otro atentado terrorista a gran escala en una de nuestras ciudades. ¿Qué pasaría con las inversiones y el crecimiento económico en el mundo si el libre flujo de fuentes de energía estuviese gravemente amenazado? ¿Podrían esas economías que luchan por mantener sus máquinas en funcionamiento evitar un grave daño si se viesen sometidas al tipo de «ciberataques» que padeció Estonia hace dos años?


Estas preocupaciones son reales. La seguridad no es un artículo prescindible, algo sin lo que se puede vivir cuando el dinero escasea. Es la base sobre la que se asienta nuestra prosperidad. Y al igual que la economía, hoy más que nunca la seguridad sólo puede construirse mediante la cooperación multinacional, razón por la cual la cumbre de la OTAN es más que una celebración. Es una reunión en la que los líderes de la Alianza tienen que conseguir que se hagan cosas.

Ante todo, tendrán que diseñar un plan común para afrontar el problema de Afganistán. Hace ocho años que los talibanes fueron derrocados y que diversos grupos terroristas, principalmente Al Qaeda, perdieron el refugio seguro que tenían en la zona. Se ha avanzado mucho desde entonces: la vida normal está volviendo a lugares que nunca la habían conocido, las mujeres tienen unas libertades sin precedentes y un lugar en la vida pública, y los terroristas no conocen tregua en Afganistán.

Pero una valoración honesta también debe concluir que no estamos donde habríamos querido estar a estas alturas. La insurgencia sigue presente en Afganistán y al otro lado de la frontera de Pakistán; la corrupción y los narcóticos son males endémicos; y la ayuda internacional está demasiado fragmentada. Debemos hacerlo mejor antes de que la capacidad de aguante de la comunidad internacional y la paciencia del pueblo afgano empiecen a decaer.

El presidente Obama ha realizado multitud de consultas con sus aliados durante los últimos meses, mientras Estados Unidos se replanteaba por completo su forma de afrontar este reto para incorporarlo a su doctrina. Nuestra cumbre nos brindará la oportunidad de llevar a cabo un profundo intercambio de opiniones, y también, espero, de alcanzar un acuerdo entre aliados sobre el camino a seguir que tenga en cuenta el nuevo enfoque estadounidense, que incluye más apoyo a Pakistán, muchos más esfuerzos para reforzar la Policía, una ayuda más coordinada y medidas visibles por parte del Gobierno de Afganistán para combatir la corrupción.

Los líderes de la OTAN también hablarán de planes de futuro comunes cuando se toque otro asunto crítico para la seguridad del siglo XXI: establecer una verdadera asociación con Rusia. Hay muchísimas cosas que podemos hacer juntos para nuestro mutuo beneficio, entre otras con respecto a Afganistán, los misiles y el terrorismo. También en esto hay mucho que mejorar por ambas partes. No es ningún secreto que, en lo tocante a Rusia, hay un amplio abanico de opiniones dentro de la OTAN, desde las muy prudentes hasta las más atrevidas. Hasta que estrechemos esas diferencias, siempre será difícil contar con Rusia de forma efectiva, en los momentos en que estemos de acuerdo con Rusia y en aquellos en que no lo estemos. Dicho esto, también Rusia tiene que decidir si reconoce el deseo de colaborar de la OTAN o si sigue contemplando la Alianza a través del prisma de una Guerra Fría que hace mucho que dejamos atrás.

Además, nuestro otro reto para la cumbre de estos días será empezar a prepararnos ahora para los desafíos a los que podríamos enfrentarnos mañana. Los dirigentes de la Alianza adoptarán una Declaración sobre la Seguridad de la Alianza que no sólo reafirmará el objetivo central de la OTAN, sino que también establecerá en términos generales lo que la OTAN deberá hacer en el futuro. Espero que también sirva como punto de partida para una revisión profunda del Concepto Estratégico de la OTAN, uno de los documentos rectores más importantes de la Alianza, a fin de llegar a un acuerdo entre los aliados sobre lo que la OTAN debería hacer en el siglo XXI, también respecto a temas como la «ciberdefensa» y la seguridad energética, dos campos en los que creo que la Alianza Atlántica debería esforzarse más por incrementar la excepcional aportación que puede tener.

Está claro que los 28 dirigentes de la OTAN tendrán mucho trabajo que hacer durante lo que será una reunión relativamente corta. Pero eso no impedirá que haya algunas celebraciones importantes. Los aliados acogerán con alegría la decisión del presidente Sarkozy de que Francia recupere su lugar como miembro de pleno derecho de la Organización. Albania y Croacia ocuparán sus asientos y adquirirán sus derechos y responsabilidades como los miembros 27 y 28 de la familia de la OTAN.

La cumbre también será una celebración del 60 aniversario de la OTAN. Un columnista escribía este mes que «cuando la Alianza gana, ellos mueren». Pero la OTAN está viva y coleando porque todavía tiene una misión única que cumplir: ser el lugar en el que Europa y América del Norte se reúnen, comparten opiniones y actúan al unísono para garantizar su seguridad común. Esa función se verá reafirmada y reforzada en la cumbre de este fin de semana.

Jaap de Hoop Scheffer, Secretario General de la Alianza Atlántica

ABC - Opinión

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