viernes, 3 de abril de 2009

El mediador inesperado. Por M. Martín Ferrand

ANGELA Merkel y Nicolás Sarkozy han tenido el buen sentido de la unidad. «Alemania y Francia, dijeron como prólogo a la reunión londinense del G-20, hablaremos con una sola voz». Así lo han hecho. Otros, como nuestro José Luis Rodríguez Zapatero, renuncian a la expresión coral e, instalados en el prejuicio doctrinal, parecen incapaces de entender que la Unión Europea será tanto más benéfica para los ciudadanos que la integran cuanto menos sean las diferencias y los matices a la hora de enfrentarse a los grandes problemas comunes.

Los campanarios de la propaganda monclovita, para justificar la falta de resolución rotunda del presidente, repiquetean la consigna de que Gordon Brown, otro lince con cataratas, le encomendó a Zapatero la delicada tarea de intermediar para acortar distancias entre los EE.UU. y el dúo europeo que lleva la voz cantante en el Continente. Si es así, que cuesta creerlo, la situación es verdaderamente desesperada. Más todavía de lo que nos temíamos. Si el equilibrio para el entendimiento entre las dos orillas del Atlántico depende de alguien que nunca ha cumplido un compromiso, cual es el caso del líder socialista español, apaga y vámonos.


Barack Obama, recién llegado al escenario internacional, anda instalado en la poesía y la grandilocuencia —«un enorme consenso»—; pero Merkel y Sarkozy, más veteranos y pragmáticos, predican, porque arrancan de convicciones y no de deseos, que «sin una nueva regulación financiera no habrá confianza y, sin confianza, no habrá recuperación». Zapatero, como corresponde a la socialdemocracia más anacrónica, quiere tener un pie en cada orilla del río. Pase cuando se trata de un regato y es tiempo de sequía; pero, con los cauces desbordados, eso no es posible. El centro, esa obsesión, lo es con respecto a los extremos y, por ello, resulta de difícil determinación cuando las fronteras del clasicismo económico han desaparecido, el socialismo real es un lejano recuerdo y el capitalismo está en veremos.

Frente a las cataplasmas de Obama, a quien en el futuro previsible no le faltará la financiación internacional, la situación española, crecientemente difícil en los mercados del dinero, exige posiciones enérgicas y rotundas, no complacientes e intermedias. Aunque quiebren el espíritu confederal, el buenismo, la Alianza de Civilizaciones y cuantas mandangas integran el eje del pensamiento —con perdón— de Zapatero.

ABC - Opinión

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