martes, 6 de noviembre de 2007

VERGONZANTE. Por Ignacio Camacho

Lo peor ha sido la caballerosidad. Esa arrogancia galante con que Sarkozy desvió su vuelo a Madrid para depositar sanas y salvas a las azafatas, ese desdén señorial con que rechazó que el Falcon que Moratinos no encontraba fuese a buscarlas a París, ese beso de hidalguía con que las dejó en tierra mientras Zapatero trataba de arrimarse a la foto, y la propina cortés, casi caritativa, de una declaración generosa y afable sobre la inexistente colaboración española. Una magnanimidad apabullante, una exhibición de eficacia casi displicente, una puesta en escena devastadora que ha arrasado con elegante condescendencia el dudoso prestigio de nuestra acción diplomática. Qué tipo, este Sarko, qué fascinante y vigoroso dominio el suyo de la gestualidad política, qué manejo tan consumado de los tiempos, los reflejos y las distancias. Qué manera de humillar con una sonrisa, un favor y una deuda. Y qué envidia malsana de que no pueda presentarse a las elecciones en España.

En sólo una tarde, con un gesto preciso de medido arrojo escenográfico, el presidente francés envió el domingo a toda Europa un mensaje arrollador de liderazgo, solvencia y hegemonía que de rebote deja a ras de suelo la capacidad de movimiento e influencia del Gobierno español. Cada cual en su sitio; unos resolviendo los problemas con una sencillez aplastante, otros, colgados de la impotencia y el desasosiego. Uno, acudiendo como caballeroso doncel al rescate de las damiselas en apuros, y el otro, resignado a contentarse con un hueco furtivo al pie de la escalerilla. La vieja potencia colonial enseña con indulgente maestría su eficiencia para resolver una crisis, dueña del escenario geopolítico africano entre los torpes balbuceos de un Gobierno vecino sin capacidad de maniobra.
Que sí, que Chad es el Africa ex francesa. Que sí, que Sarko se aficiona a pagar rescates cuyos intereses cobra en forma de réditos de imagen. Que sí, que actúa de forma oportunista, artificiosa y arrogante. Pero allí estaba, «deus ex machina», soberbio en su golpe de efecto y poderío, mientras España apenas si lograba que las autoridades chadianas se dignasen enviar un funcionario de segundo rango a darle largas a nuestra embajadora en Camerún, mientras Exteriores buscaba un avión de repatriaje que no encontraba, mientras el ministro se afanaba en sudores para aplacar la ira impostada del sultán marroquí y su maquinaria de presión alborotada.
Qué retrato de situación y de época es esa imagen del aeropuerto de Torrejón, domingo por la tarde, con los intereses internacionales de España representados por un refulgente jefe de Estado francés ante la pasividad indolente de nuestro primer ministro, desimplicado y a contrapié, conformista con su triste papel subsidiario, en busca de una foto de última hora con la que tratar de salvar su manifiesta y vergonzante desubicación en la escena. Y lo más humillante es la superioridad con que nos ha eximido hasta del agradecimiento. Ay, Sarko, Sarko, apiádate y perdónalos porque, literalmente, no saben lo que hacen.

ABC - Opinión - 06/11/2007

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Sarko ha actuado como el prototipo quijotesco del español, mientras los gobernantes españoles se comportan como enemigos franceses de España.
Hay que echarlos antes de que nos arruinen del todo.