
A título de ejemplo, estas son algunas de las cuestiones más recientes que exigen formulación de opinión, canalización de inquietud y esfuerzo interpretativo: la organización juvenil de ERC, un partido de gobierno, se planta ante un stand de militares con una pancarta que reza "Matar no es un oficio" y exige que el ejército español se retire de los Països Catalans; el presidente del Parlament de Cataluña –miembro del mismo partido– y el propio presidente de la Generalidad formulan amenazas apenas veladas ante la posibilidad de que el Tribunal Constitucional "recorte" el nuevo estatuto de autonomía; la portavoz del gobierno vasco amenaza a un juez por citarla como testigo: estas actuaciones "no pueden salirle gratis", dice; se emplea medio millón de euros en detener al líder de una formación terrorista que, acto seguido, es puesto en libertad sin cargos al retirarlos la Fiscalía; el consejero socialista de cultura extremeño, blasfemo y pornógrafo, echa la culpa de su escándalo al PP; el ex franquista Polanco, magnate capaz de barrer a un juez de la Audiencia si se le pone por delante, hombre tan temible que ni el valiente Aznar se atrevió a pronunciar su nombre o el de su empresa tras el golpe mediático del 13-M, decide que el PP no puede volver a gobernar y lo acusa de franquista; el responsable de comunicación del presidente de la Generalidad no pierde el cargo a pesar de advertirle a un periodista que no parará hasta joderle, como no lo perdió cuando, sirviendo al mismo señor en el Ministerio de Industria, llamó por escrito a un abogado "fascista de mierda", "subnormal" y "cerdo hijo de puta" (el pecado del abogado: haber firmado un manifiesto de apoyo a la COPE).
Todos estos insultos, todos estos ataques a las instituciones, todas estas amenazas a la oposición y a los jueces, todas estas mentiras generan gran crispación en media España. Sin embargo, es la gente que las sufre la acusada de crispar, es decir, de irritar y exasperar al prójimo.
TV3 acaba de dedicar un programa a la crispación. Entre los invitados aparecía, en calidad de escritor, el secuestrador y ladrón Rafael Vera. El programa entero se centró en la crispación que provoca el PP. Debo ser un marciano, pues lo que a mí me irritó sobremanera fue la presencia de ese sujeto en el plató. Supuestos representantes de la prensa española de derechas le regalaron los oídos con ácidas críticas al PP: no supo gestionar el 11-M, se aferró a teorías conspirativas, etc. El tema de la crispación me está crispando. Adiós.
Juan Carlos Girauta
Libertad Digital
0 comentarios:
Publicar un comentario