martes, 2 de enero de 2007

La improvisada y "rara" cena en La Moncloa 30 horas antes del atentado

¿Había advertido el CNI de movimientos en Madrid? ¿Fue para mostrar el optimismo que el presidente transmitió horas después? Zapatero, De la Vega, Rubalcaba y Blanco ¿de qué hablaron?

30 de diciembre. Paseo de la Castellana número 5. Sede en Madrid del Ministerio del Interior. En sus despachos se viven muy malos momentos. Han pasado poco más de tres horas desde que ETA rompiese por sorpresa el alto el fuego anunciado el pasado 22 de marzo al atentar con una furgoneta bomba en el aparcamiento de la T-4 del aeropuerto de Barajas. La potentísima explosión -de entre 500 y 800 kilos y que fue previamente avisada en llamadas a servicios de emergencia- ha cogido desprevenido a muchos y la tensión es patente. El trajín es constante.

En la primera planta del palacete, un hombre muestra su rostro desencajado. En breve, deberá comparecer ante los medios de comunicación para informar de lo sucedido y de las investigaciones policiales. El día se presenta duro. Muy duro para el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. La incredulidad y sorpresa de sus asesores políticos es palpable en la medida en la que, además, es la primera vez que ETA comete un atentado de estas características sin anunciar previamente a través de un comunicado que rompe el alto el fuego, tal como hizo en los años 89 y 98.

La acción terrorista supone un golpe letal al denominado "proceso de paz" a las 24 horas de que, precisamente, el mismo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, hubiera mostrado en su balance político de 2006 su esperanza en que dentro de un año "estaremos mejor que ahora".

Y, sin embargo, la noche del jueves, treinta y pocas horas antes de la explosión del coche bomba, Zapatero había convocado de manera improvisada una cena en el Palacio de La Moncloa a la que asistieron la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega; el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; y el secretario de Organización del PSOE, José Blanco.

Vicepresidenta, ministro y número dos del partido tenían otros compromisos para esa noche, que anularon de inmediato ante la llamada de un presidente del Gobierno llegado desde Doñana, donde pasaba unos días de descanso, según ha podido confirmar Garganta Profunda en fuentes monclovitas solventes. ¿Acaso el CNI había detectado movimientos sospechosos de etarras en Madrid y su director, Alberto Sáiz, así se lo había hecho saber a Zapatero? ¿Fue una cena de optimismo entre camaradas para celebrar lo bien que iban las cosas, tal como dijo el presidente en rueda de prensa a la mañana siguiente? Lo que está fuera de toda duda es que el atentado de Barajas coloca al Gobierno de Zapatero a los pies de los caballos, con un presidente fuera de juego tras su optimista mensaje del viernes y con un Partido Popular al que la realidad de los hechos fortalece en su discurso crítico.

Garganta profunda
El Semanal Digital, 02-01-2007

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