domingo, 26 de noviembre de 2006

La solución al fracaso escolar

DESDE ayer, volvemos a estar todos de tripartito. Lo que no significa, claro, que estemos todos de enhorabuena. Los habrá más contentos; los habrá menos. Pero quienes nos dedicamos a escribir en los papeles pertenecemos sin duda al primer grupo. La izquierda catalana da para mucho. Esta misma semana, sin ir más lejos, hemos tenido conocimiento -conocimiento tardío, pues la iniciativa data, al parecer, del mes de septiembre- de un llamado plan de mejora de la secundaria que el Departamento de Educación ha puesto en marcha con el fin de rebajar, en la medida de lo posible, este 30 por ciento de fracaso escolar que asola Cataluña.

Pues bien, este plan es algo insólito. Es un plan por objetivos. Como en la empresa privada. Se fijan unos objetivos y luego, en función de los resultados, el interesado percibe una retribución mayor o menor. Sólo que aquí el interesado es un instituto de secundaria, y los objetivos, el porcentaje de alumnos que el propio instituto considera que van a aprobar. Si las previsiones se cumplen, si al término del curso el tanto por ciento de aprobados iguala o supera lo fijado en el contrato programa establecido aquel año entre la administración y el centro docente, este va a recibir, con vistas al siguiente ejercicio, una dotación económica adicional.

Como pueden comprender, los profesores que todavía conservan un cierto apego al oficio están que trinan. Detrás de la medida, no aciertan a ver estímulo ninguno, sino una burda estrategia para obligarles a aprobar a un número cada vez mayor de alumnos, con independencia del nivel de conocimientos que estos alumnos hayan adquirido. La presión de los equipos directivos de los centros va a ser brutal. Dadas las estrecheces por las que suelen pasar los institutos de secundaria, la simple posibilidad de ir incrementando el presupuesto de año en año por encima de lo habitual será un argumento más que suficiente para relativizar cualquier consideración de orden ético o moral sobre los criterios de evaluación que deban regir en el futuro. El único criterio va a ser el económico.

Y si equiparar el rendimiento escolar a los índices de productividad de una empresa ya constituye de por sí una barbaridad, dejar el sistema de evaluación en manos de cada centro, sin someterlo a ningún tipo de control externo, a ninguna prueba común de nivel, a ningún tamiz general y homogéneo, supone no ya una barbaridad, sino una verdadera perversión. Porque, siguiendo con el paralelismo, a esta empresa educativa no la va a regular mercado alguno; únicamente lo que decidan la dirección del centro y el Departamento de Educación, dado que ni siquiera la libertad de cada profesor va a estar garantizada. Eso sí, en unos cuantos años la administración podrá alardear de haber rebajado sustancialmente el fracaso escolar en Cataluña. Y, si tanto se empeñan, hasta es posible que un día desaparezcan los tontos. Entonces, sólo entonces, podrá decirse que Cataluña vuelve a ser, como hace un siglo, la locomotora de España.

XAVIER PERICAY Diario ABC

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, es un sistema para acabar con los suspensos. De todas formas, si estuviera en mis manos yo lo que haria es premiar con unas vacaciones en Tahiti a cada director de centro que consiguiese que aprobara todo el mundo. Estoy seguro que, solo el primer año, el 99 por ciento de todos los centros conseguirian que todos los alumnos aprobasen. Admito apuestas.