miércoles, 20 de julio de 2011

Fin de régimen. Felipismo reloaded.. Por Pablo Molina

La única ingeniería social que impone con éxito el socialismo es la del desastre económico del país entero, el deterioro de las instituciones democráticas y la catástrofe estética de sus regidores.

Con la cúpula del ministerio del Interior, de momento sólo la policial, encausada por delitos relacionados con el terrorismo, millones de parados y una economía devastada, es difícil que a los que pasamos de los cuarenta no nos venga instintivamente a la memoria la última etapa del felipismo.

Es cierto que hay diferencias notables con los mandatos de Felipe González Márquez porque los parados que va a dejar Zapatero son casi el doble de los que nos legó el sevillano y también porque, en lo relacionado con la ETA, el felipismo mandaba matar a los terroristas y ahora se los excarcela y se los nombra concejales, pero la impresión general en las postrimerías del zapaterismo es de un cierto dejà vu.


Los propagandistas de la izquierda afirman que las ideas socialistas funcionan; es más, son las únicas capaces de permitir la prosperidad de las sociedades. El hecho de que cada vez que se ponen en práctica provoquen exactamente el efecto contrario es sólo porque las personas encargadas de imponerlas son bastante mediocres, porque "la dictadura de los mercados" impone sus malvadas normas a las buenas intenciones de los políticos progresistas o una mezcla de ambas excusas, que parece ser la teoría predominante en las postrimerías del Zapaterismo.

Mas el problema de España no es Zapatero sino el socialismo, como hace dos décadas no lo fue González sino sus ideas, que ZP ha llevado a su máxima expresión. El resultado en la sociedad ha de ser por fuerza parejo, como estamos viendo con ejemplos sobrados.

Por no faltar, en los estertores de esta última ración de socialismo, no faltan ni los episodios chuscos como el del senador detenido después de organizar una bronca en el puticlub, que nos recuerda aquella famosa foto de Roldán en calzoncillos y camiseta imperio rodeado de piculinas, con la única diferencia de que ahora los altos cargos socialistas acuden a locales de mucho más nivel y visten algo mejor.

La única ingeniería social que impone con éxito el socialismo es la del desastre económico del país entero, el deterioro de las instituciones democráticas y la catástrofe estética de sus regidores. A ver si al segundo tropezón en el mismo pedrusco sus votantes comienzan a enterarse.


Libertad Digital - Opinión

El verdadero patriotismo. Por José María Carrascal

Lo importante es que quienes apoyaban a Zapatero se hayan dado cuenta de que representa un peligro para España.

MAL tienen que ir las cosas en España y en el PSOE para que el medio más importante de la izquierda haya adoptado la tesis de la oposición y le diga al presidente del Gobierno que se vaya cuanto antes. Los lectores de El País tuvieron que sufrir el lunes un shock al enterarse por el editorial y primer artículo de opinión de su periódico que «la pérdida de confianza en la gestión de José Luís Rodríguez Zapatero parece irreversible», que «su agónica legislatura ha entrado en un deterioro imparable» y cosas por el estilo, aunque no constituirían la menor sorpresa para los lectores de ABC, que vienen leyéndolo en estas columnas desde hace años sin que se nos hiciera caso, es más, ganándonos todo tipo de improperios y sarcasmos. Aunque no nos habíamos atrevido nunca, por pura cuestión de gusto, a apodar el optimismo zapateril de «patológico» —cosa que se hace en el citado artículo—, dejándolo en «antropológico», mucho más humano y sensible. Pero ya se sabe que las peores puñaladas las dan los amigos. O los que se presentan como amigos, pues en política no hay amigos. Hay sólo enemigos y potenciales enemigos. Por eso es más emocionante que cualquier thriller.

No hay ningún motivo, sin embargo, para la alegría. Tener razón no nos libra de estar al borde del abismo y el único alivio es que todos —bueno, casi todos— estamos de acuerdo en que lo más urgente es convocar elecciones, pues como Zapatero siga empeñado en completar la legislatura, va a dejar España como Don Juan a doña Inés, «imposible para vos y para mí», para él y para quien le suceda. Con una prima de riesgo que nos obliga a pagar 12.000 millones de euros anuales para financiar nuestra deuda, y subiendo, no se puede crear empleo, ni estabilizar nuestras cuentas, ni crear confianza, ni nada. Y si esa prima alcanza los 400 puntos, ya no tan lejos, nos caemos al precipicio.

Ha debido de ser lo que incitó a los editores de El País y a su consejero-delegado a cambiar 180 grados su rumbo y lanzar esos dos torpedos a la línea de flotación de ese barco a la deriva llamado zapaterismo. Hay quien dice que lo que intentan es evitar el hundimiento del partido socialista con él. No lo sé, ni me importa. Lo importante es que hayan adoptado finalmente la tesis que hasta ahora había combatido: que Zapatero es un peligro público para España, por lo que conviene apartarlo del poder para que no cause más daños. Aunque conviene dejar claro que esa idea no es suya. La viene sosteniendo el PP y algunos medios de comunicación desde hace años, ganándose el sambenito de aguafiestas, electoreros y antipatriotas. Cuando, electoralmente, al PP le convendría que Zapatero continuase para que la derrota del PSOE fuera aún mayor. Pero pide que se vaya cuanto antes. Eso sí que es patriotismo.


ABC - Opinión

Camps. La salida. Por Agapito Maestre

No entro en la solución que debiera de ofrecer Rajoy, sino únicamente en que tiene que hablar y tomar una posición: o apoya a Camps o restaura la doctrina del PP sobre políticos del PP que están siendo procesados penalmente.

El pensamiento es cada vez más heterónomo de quien nos obliga a pensar. Al haber perdido autonomía, el pensamiento rehúye concebir lo real por lo real mismo; no se atreve el pensamiento a pensar en libertad. De este modo, antes que pensar sobre hechos reales, el pensamiento ya no es otra cosa, como dijera Adorno, que estar a cada instante pendiente de si se puede pensar. ¿Qué pensar sobre el silencio de Rajoy ante el procesamiento de Camps? Muchos creen que no se puede pensar tal acontecimiento. Falso.

Se puede pensar mal o bien, pero, desde luego, no podemos decir que es impensable el silencio de Rajoy. En efecto, quienes piensan mal, es decir, erróneamente, dirán que Rajoy está actuando a la gallega; otros, que se creen más atrevidos en su juicio, mantienen que Rajoy no tiene nada qué decir, y espera que lo resuelva el propio Camps. En verdad, todo eso son excusas para no reconocer lo real, es decir, que un político tiene que afrontar los hechos. Punto.


Un pensamiento genuino, autónomo y libre, no dejará de reconocer que el silencio de Rajoy sobre el caso Camps es impropio de alguien que tiene por misión hablar y, sobre todo, enfrentarse a lo real. No entro en la solución que debiera de ofrecer Rajoy, sino únicamente en que tiene que hablar y tomar una posición: o apoya a Camps o restaura la doctrina del PP sobre políticos del PP que están siendo procesados penalmente. El resto son pamplinas. Inventarse a estas alturas del proceso judicial un propio catálogo de virtudes que salve el silencio de Rajoy, o exculpe a Camps, me parece tan cobarde como absurdo.

En resumen, reconozco que nuestra época ha sustituido mucho de los valores del mundo clásico; por ejemplo, la honradez, la fidelidad, el coraje y la sabiduría han sido sustituida por otro tipo de "virtudes", más o menos cardinales, como la voluntad de poder, la capacidad de trabajar en equipo y la flexibilidad para cambiar de criterio y argumentación en función de intereses, a veces, inconfesables. De acuerdo, en este punto nada tengo que objetar, pues que una sociedad tiene todo el derecho del mundo a cambiar y proponer un nuevo catálogo de sus virtudes; sin embargo, hay algo que los defensores de los "valores" modernos nunca descartarán de la antigüedad: la inteligencia. Ser moderno es ser también, necesariamente, inteligente. Pues bien, en mi opinión, excepto de inteligente, la actitud de Rajoy con el procesamiento de Camps puede ser tildada de cualquier manera.


Libertad Digital - Opinión

Amarillo. Por Ignacio Camacho

Algo falla cuando el periodismo se prostituye por el éxito, pero también cuando el público se entrega a la patología morbosa.

QUÉ gran serial sensacionalista habrían montado los tabloides de Murdoch con los materiales de su propio escándalo. El anciano magnate acorralado, la ambiciosa pelirroja sin escrúpulos, los jefes de policía sobornados, las escuchas clandestinas, el primer ministro en apuros, el periodista suicidado. Política, finanzas, corrupción, periodismo, poder. Falta un poco de sexo, pero ya aparecerá entre tanto detalle escabroso y tanta promiscuidad delictiva. Es una historia brutal de abuso y prepotencia, de carreras fulgurantes levantadas sobre el barro de la degradación de los principios deontológicos, de envilecimiento paroxístico en las élites de la sociedad del éxito.

Y cómo nos gusta, a los periodistas y a los medios, recrearnos en la morbosa quincallería de ese oprobio. Ah, el periodismo amarillo: el chivo expiatorio de todos nuestros excesos y desproporciones. El culpable propicio que absorbe como un cordero sacrifical los remordimientos corporativos por el sectarismo, por la superficialidad, por los contubernios con el poder, por la conversión de la realidad en espectáculo. Por todo eso que a menudo subvierte las reglas del viejo negocio de las noticias y las opiniones y lo convierte en un sindicato de intereses o en un circo de trivialidades. Menos mal que de vez en cuando aparecen un Murdoch, una Rebekah Brooks, un Coulson en los que descargar el desasosiego y el sentimiento de culpa. Un hatajo de desaprensivos canallas cuya obscena deshonestidad nos limpia la conciencia y nos pone a salvo, por comparación, de cualquier desmesura o desafuero.


Nadie se atreve, sin embargo, a emitir juicios de valor sobre la condición de las audiencias que sustentaban ese cúmulo de desmanes. Al público ni tocarlo; el cliente siempre tiene razón incluso en su demanda desmedida de basura moral empaquetada de cotilleos. Pero los tabloides de la discordia tenían millones de lectores que jamás cuestionaron que los ¿periodistas? de Murdoch delinquiesen para satisfacer su voraz apetito social de truculencia malsana. Todo valía en nombre de la libertad de información, el principio sagrado cuya invocación parece justificar el atropello de la intimidad o la violación de los derechos individuales.

Hubo un tiempo, sin embargo, en que este oficio se sustentaba sobre la idea de que los periódicos son de sus lectores. Y eran éstos, con su exigencia colectiva de claridad intelectual y limpieza moral, quienes establecían las normas de conducta a las que debía atenerse una información obtenida con dignidad y presentada sin aditivos de excitación patológica. Algo falla cuando el periodismo se prostituye por el éxito, pero también cuando el público renuncia al privilegio y la responsabilidad de escoger y se convierte en una despersonalizada masa consumidora de linchamientos y bazofia. Víctima, sí, pero también cómplice en el descontrol de esa feroz trituradora.


ABC - Opinión

Mariano Rajoy vive con un elefante y hace como si no lo viera. Por Antonio Casado

Don Mariano Rajoy es una persona honorable que hace cosas poco honorables por culpa de Francisco Camps. Consecuencias de haber ido demasiado lejos en su arropamiento al presidente de la Comunidad Valenciana. No es honorable que una persona decente como el líder del PP tenga que escapar por las puertas traseras o prohibir las preguntas de los periodistas en un acto público.

Tampoco es políticamente correcto sellar la boca de otros dirigentes principales, como Dolores de Cospedal, número dos del partido, y Soraya Saénz de Santamaría, portavoz parlamentaria. Ambas suspendieron sus habituales ruedas de prensa semanales. No es justo ni coherente en quienes se pasan el día, legítimamente, calificando de insuficientes las explicaciones del adversario cuando la sombra de la corrupción o las malas prácticas planean sobre el adversario político.

Y todo por esquivar un pronunciamiento sobre el horizonte judicial de Camps, que está pendiente de un juicio por el delito de cohecho impropio (aceptar regalos pagados por una trama de corrupción en razón del cargo que ocupaba y ocupa).


No tenía ninguna necesidad el señor Rajoy de meter al elefante en casa (“Siempre estaré contigo, al lado, delante o detrás, apoyándote”) y luego hacer como si no lo viera. El elefante, de movimientos lentos, pesados, torpes, viene a ser el paso por el banquillo de Camps en vísperas de las elecciones generales. O en plena campaña, si al finalmente cuadran las fechas con el supuesto adelanto electoral al otoño.
«Camps le estaría devolviendo los favores a Mariano Rajoy, el líder del PP, que ha arriesgado por él mucho más allá de lo que era razonable.»
También pudiera ser que Camps aceptase la llamada sentencia de conformidad, como se está especulando en estas últimas horas (confesión unilateral de culpabilidad a cambio de evitar el banquillo). Eso supondría seguir en el cargo pero asumiendo que ha mentido descaradamente a los valencianos: “Claro que yo me pago mis trajes”. Y al propio Mariano Rajoy: “Me ha dicho que no tiene nada que ocultar y yo no tengo por qué no creerle”, dijo siempre el líder del PP.

Otra opción es la espantada o el paso atrás. La renuncia a la presidencia de la Comunidad le dejaría en mayor libertad para defenderse, en caso de que se siga considerando inocente, como lo considera Esteban González Pons, paisano y amigo. La dimisión le quitaría un peso a su partido. Y además Camps le estaría devolviendo los favores a Mariano Rajoy, el líder del PP, que ha arriesgado por él mucho más allá de lo que era razonable.

Aunque no parece que este último rastro de generosidad haya pasado o vaya a pasar por la cabeza de Francisco Camps, convencido de que las urnas, como el fuego de las fallas, lo depuran todo, a pesar de haber perdido 70.000 votos respecto a las anteriores elecciones autonómicas.

El presidente valenciano reaparece hoy en público, en Castellón, después de estar cinco días encerrado, y sufriendo, según la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá. Pero me temo que seguiremos en ayunas si acaso contábamos con su reacción al demoledor auto del juez Flors.


El Confidencial - Opinión

«Torrente» Por Alfonso Ussía

No acaba de convencerme el apodo de «Senador Torrente» al intolerable Casimiro Curbelo. Torrente es un tipo, y al cabo del tiempo, un mito. Es consecuencia del talento y sus películas podrán gustar o no, pero están perfectamente realizadas. Además, por tener todos un poco de Torrente, el policía de Santiago Segura cae bien a la mayoría. Y este Camisiro es inaceptable. Mi enhorabuena de verdad a Elena Valenciano que ha asumido el despropósito con una contundencia y valentía dignas del reconocimiento público.

Con independencia de las groserías que dedicó este senador desnortado a los agentes del orden, lo más abyecto de su actitud es la compañía filial en la práctica del puterío. Es cierto que Torrente y su padre, interpretado por el gran Toni Leblanc, comparten las mismas inclinaciones golfas, pero lo hacen con la gracia especial de los imposibles. Con los hijos se puede ir a todas partes, menos de puticlús. Dice don Casimiro que dimite de su escaño senatorial porque quiere demostrar su inocencia sin el privilegio que supone ser aforado. Vale. Pero no es así. Dimite porque no tiene otra salida, y lo hace tarde y con deshonor. Curbelo tendría que haber enviado su carta de dimisión desde la comisaría, inmediatamente después de ser detenido por su falta de urbanidad, su falta de educación, su falta de ética y su falta de estética. El niño, según el atestado policial, se cachondeó de un policía municipal de aspecto magrebí que «hablaba gangoso y era un maldito moro». La educación recibida.


No hay ñoñería en mi escrito. Curbelo está en su derecho a buscar el amor como mejor le plazca. Bueno, lo del amor es una fantasía. A buscar el placer y el desahogo capitalino en el local que elija y más le satisfaga. Pero respetando a las profesionales que allí trabajan –un trabajo infinitamente más duro que el del senador–, y manteniendo la dignidad que su situación pública le exige. La cadena de improperios, insultos, descalificaciones y faltas al respeto recogidos en el atestado policial dice mucho de la ínfima calidad del senador. Llevar a su hijo de putilinguis, lo dice todo. En la vida de todo ser humano hay esquinas escondidas y aristas desagradables. Cuando se mete la pata de manera tan soez y rotunda, no queda otra amnistía que la humildad de la aceptación. «Señores, me he equivocado gravemente, he actuado con indignidad y me voy a mi casa. Espero que me perdonen mis electores». Esta reacción podría haber amortiguado los desprecios. Pero no supo instalarse en la sensatez. Se cubrió con la armadura de los prepotentes y los poderosos que no han asumido el poder. Amenazó a los agentes del orden después de insultarlos con una zafiedad insuperable. Y se fue con el hijo de la mano a la comisaría a seguir con sus mandangas. Estéticamente, es mucho más placentera la compañía de un padre y de un hijo en una comisaría que en un bar dedicado al más viejo menester de la humanidad. Ahí sobrevuela una inmundicia social de difícil superación.

No es, por lo tanto, ni Torrente ni nada que se le parezca. Torrente es una genialidad que ha salvado los números del cine español. La Ceja abomina de Santiago Segura porque les ha dado una lección de talento, eso que tan angustiosamente falla en nuestra industria subvencionada por todos. Torrente desarrolla un humor desbordado y desbordante, sucio y sutil al mismo tiempo. Don Casimiro tiene de Torrente sólo lo peor, lo superficial. Eso, la grosería supina. No ha estado a la altura y lo han echado. El gesto de dimitir se lo debe a otros. Y lo del hijo...¡cáscaras!


La Razón - Opinión

Camps. El final de la escapada. Por José García Domínguez

Salvo, claro, que concediera inmolarse por el mando y cargar con la agravante de poseer antecedentes penales en las otras causas que le esperan. Aunque solo Rajoy puede librar a Camps de su penitencia. Defenestrándolo.

No habrá ninot indultat en el asunto Gürtel. Demoledor, el auto del magistrado Flors significa, esta vez sí, el final de la escapada para Camps. Porque no se trataba, como repetían una y otra vez los corifeos de guardia, de una cuestión baladí, ridícula bagatela de tres trajes. Apenas una falta de hortericie contumaz, pecado venial aquí tan común. Y más tratándose, ¡ay!, de la ribera del Mediterráneo. Prosaico yerro acreedor de liviana penitencia. A lo sumo, alguna regañina pública, amén del preceptivo propósito de enmienda. Bien al contrario, lo ahora acreditado en la pericia judicial aboca al Ausente a una disyuntiva desesperada entre lo malo y lo peor.

Si pacta con la Fiscalía a fin de orillar el oprobio de verse conducido al banquillo como un quinqui cualquiera, el precio a pagar sería triple. Primero, admitir que habría incurrido en una figura de corrupción tipificada en el Código Penal. Segundo, reconocer que aceptaba de grado los presentes con que gustaba premiarlo una banda de delincuentes comunes. Y tercero, conceder que mintió de forma reiterada y contumaz a lo largo de dos años, al propalar la falsa especie de que se pagaba sus trajes. Si, por el contrario, continua enrocado en su Numancia autista, el riesgo aún habrá de ser mayor. Y es que Camps podría acabar con sus muy hieráticos huesos en la cárcel.

No se olvide al respecto que la acusación particular ansía para él tres años de prisión por un delito de soborno propio. Así las cosas, si optase por ir a juicio, nadie le garantizaría verse libre de ser imputado por esa figura. Y para acabar de arreglarlo, sépase que ni siquiera la súbita confesión de sus pecados pondría fin al vía crucis procesal. A ojos de la Ley, de nada serviría que Camps se autoinculpase si al tiempo no hiciera lo propio Ric Costa. Un procesado, el airado Ric, que no era cargo público el día de autos y que, por tanto, cuenta con todos los números para salir absuelto. Salvo, claro, que concediera inmolarse por el mando y cargar con la agravante de poseer antecedentes penales en las otras causas que le esperan. Aunque solo Rajoy puede librar a Camps de su penitencia. Defenestrándolo.


Libertad Digital - Opinión

Ajeno 36. Por Gabriel Albiac

Quien quiera hacer con eso poesía, o es tonto oes más malo aún de lo normal.

ME asombró su entusiasmo. Eran historiadores todos. Sabios especialistas en la historia española del siglo veinte. Yo no. Mi saber académico se restringe a zonas muy precisas de la filosofía barroca. Pero creía haber aprendido en ellas que conocer y entusiasmarse son incompatibles. Y los sabios en siglo veinte, en medio de los cuales yo me sentía un marciano, se liaban a tortas sobre un hecho de hace setenta y cinco años, con la pasión entusiasta de irles vida y hacienda en ello… A lo mejor, a mí no me afectaba porque no soy historiador. O, a lo mejor, porque ya me afectó en los primeros años de mi vida. Lo bastante como para aburrirme: nacer entre los derrotados curte mucho. Y algo enseña: que uno no está dispuesto a que nadie haga fortuna, personal o política, a costa de uno. La guerra de 1936 fue. Nos jorobó la vida, en diversas medidas, a todos. A algunos, nos la quebró antes de que naciéramos. Quien quiera hacer con eso poesía, o es tonto o es más malo aún de lo normal.

Nada en la España de hoy es comparable a aquella tierra mísera y bárbara que encontró en el placer de descuartizar al vecino el único sedante a su medida. Quienes ejercen el oficio de estudiar eso debieran, más que ningún otro, atenerse a la cautela primordial del análisis científico: recopilar datos, analizar series, fijar redes causales, fechar puntos de quiebra y desencadenantes. Y jamás hacer un juicio de valor. Debe de ser, sí, que lo mío es el siglo XVII. Y su postulado básico: humanasactiones non ridere, non lugere neque detestari, sed intelligere; lo cual, en román paladino, vale por decir que, en cuanto a los actos humanos concierne, de nada valen burla, contento o desagrado. El afecto es conmovedor y estéril: es óptimo en la intimidad, y allí termina. Sólo entender nos libera de ser bestias.

Los viejos del 68 suelen repetir mucho la misma boutade: si alguien te dice que recuerda donde estuvo, es que no estuvo. Los años me han ido enseñando que es así siempre. También entre nosotros, sobre todo entre nosotros, sobre todo en aquello que concierne a esos tres años de guerra que parecen haber sido lo único digno de rememorar de nuestro siglo. Y en aquello que concierne a lo de luego. Cada vez que oigo a alguien de mi edad lamentarse a grandes voces de la amarga represión sufrida durante el franquismo, sospecho en él a un hijo de preboste franquista; cada vez que oigo a alguien de mi edad alzar elegías sobre la democracia asesinada, imagino sus fotos de familia con camisa azul y pantaloncito corto… A veces, hasta me equivoco… El dolor de verdad es silencioso. Quien lo grita o lo exhibe, está trocando el absoluto en calderilla. Por mí, que cada cual vaya haciendo con sus recuerdos la leyenda biográfica que le dé la gana. Con sus recuerdos. Con los míos, no.

No hay otro rincón europeo en donde la incapacidad de objetivar el trágico siglo veinte haya llegado tan lejos. Y haya contaminado tanto a quienes deberían estudiarlo. Pasaron tres cuartos de siglo —se dice pronto: ¡tres cuartos de siglo!— y los historiadores de aquí se siguen proclamando parte de uno u otro bando. ¡Cuánto más barato les saldría contratarse a un buen psicoanalista! ¡Y cuánto más barato nos saldría a todos!


ABC - Opinión

Rubalcaba, más de lo mismo

En calidad de candidato socialista a las elecciones generales, Alfredo Pérez Rubalcaba demostró ayer que en su recorrido hasta las urnas es difícil que haya tiempos muertos. Ayer, durante la reunión con diputados, senadores y europarlamentarios socialistas, Pérez Rubalcaba incluso se anticipó al presidente del Gobierno y, en el marco de un análisis de la situación económica, pidió la creación del «eurobono» –cuyo espíritu gravita en que la deuda que se emita dentro de la zona del euro esté garantizada por todos los países al mismo tiempo– como una fórmula imprescindible para defender el mercado común. También solicitó que se cree una agencia europea de calificación y reclamó a los líderes europeos que despejen las dudas sobre Grecia «con números creíbles». El candidato socialista no abandonó un tono crítico sobre cómo la Unión Europea se ha articulado en los últimos tiempos al decir que han pasado unos años «en que se ha hecho todo a medias», al tiempo que cuestionó el «cortoplacismo» con el que se intentó zanjar la crisis de Grecia en los primeros momentos. Aunque puede que esté en lo cierto, lo que no deja de sorprender es con qué rapidez el candidato Rubalcaba se ha desprendido de su pasado inmediato como vicepresidente primero del Gobierno, como para, hábilmente, pretender ahora mantenerse al margen de las decisiones gubernamentales que se tomaron en los gabinetes en los que tuvo un papel relevante y cuyas medidas defendió como portavoz del Ejecutivo.

Sea como fuere, es evidente que Pérez Rubalcaba ha planteado su campaña electoral marcando distancias con la herencia que dejará el Gobierno al que perteneció y en el que en ningún momento, al menos públicamente, expuso estas ideas con tanta contundencia si tan buenas le parecían. Tampoco se le oyó pronunciarse con tanta determinación sobre el Senado, del que dijo que ni cumple las funciones que prevé la Constitución ni sintoniza con el Estado Autonómico, por lo que planteó su reforma.
Ayer también quejó claro que el candidato Rubalcaba no es impermeable a parte de las demandas del movimiento de los «indignados», a los que lanza constantes guiños. Es una obsesión del candidato –y así se lo hizo saber a los diputados, senadores y europarlamentarios– acercar la política a los ciudadanos para no aumentar su desafección hacia la clase política. En ese sentido lanzó una propuesta de modificación del sistema electoral basándose en el modelo alemán y se comprometió a «reorganizar» los grupos parlamentarios para que los diputados y los senadores estén más cerca de los electores.

Proyectándose al futuro, el candidato Rubalcaba pretende presentarse ante los electores como un hombre con experiencia, con su propio estilo de hacer política y manteniendo distancias con sus responsabilidades políticas como miembro de los gobiernos de Zapatero.

La última aparición de Rubalcaba evidencia que la bicefalia que se está viviendo actualmente en el PSOE puede actuar en su contra, ya que al ciudadano le puede resultar difícil de asimilar que el mismo partido político mantenga discursos políticos distintos, según vengan del presidente del Gobierno o del candidato a las generales.


La Razón - Editorial

Cumbre decisiva

El mínimo exigible a la reunión del Eurogrupo es un acuerdo terminante sobre el rescate de Grecia.

La zona euro vivirá mañana una cumbre crucial. Sería exagerado decir que en la reunión del Eurogrupo se juega la supervivencia de la moneda única, pero es evidente que la credibilidad europea como área monetaria respetada y con iniciativa política depende de que los ministros de Finanzas emitan un mensaje claro sobre el segundo plan de rescate de Grecia y, como efecto encadenado, cierta calma para las deudas de los dos países intervenidos (Irlanda y Portugal) y para las economías de los dos grandes países del Sur de Europa (Italia y España) que tienen que pagar los costes de la indecisión europea sobre Grecia en forma de una prima de riesgo exorbitante (ayer, la española, después de un moderado descenso, todavía estaba en 345 puntos básicos). El FMI acaba de explicar alto y claro que el retraso de la solución de la crisis griega "no es una opción".

Aunque Angela Merkel sostenga públicamente que de la cumbre no saldrá "un paso espectacular" que resuelva los problemas de Grecia, sabe perfectamente que al euro le esperan meses innecesariamente dolorosos si no hay un mensaje claro en los siguientes términos: Grecia tendrá un segundo rescate, probablemente con reestructuración voluntaria de la deuda por parte de los acreedores privados, y dicho rescate no será considerado como impago (event credit) por las agencias de calificación. Alemania se resiste a aceptar la evidencia de que Grecia no puede pagar a sus acreedores y que el único camino que queda es la reestructuración sin default. Si ese objetivo se consigue mediante quitas pactadas, o a través de una tasa a los bancos acreedores, es algo cuyas consecuencias tendrá que evaluar la cumbre; y mejor que lo haga bien. Pero el paso vital es apagar el incendio que abrasa a las deudas periféricas; y eso solo puede hacerse mediante un acuerdo sobre el segundo (y se supone que definitivo) rescate de Atenas.


Sería deseable una reflexión previa sobre el modelo actual de los rescates que, más que salvar países, actúan como arenas movedizas en las que los rescatados se hunden poco a poco. Europa tiene que avanzar hacia la unión financiera real, que es la creación de los eurobonos, en vez de aplazar o complicar las decisiones. Quizá sea demasiado pedir para una cita urgente. El mínimo exigible es un acuerdo tajante, político y económico, sobre Grecia. Sin él, las tensiones de la deuda pueden acarrear efectos políticos indeseados durante los próximos meses y un grave empeoramiento de las condiciones económicas del área.

Mientras Berlín ensaya ante el espejo elegantes posturas ortodoxas y Merkel se encastilla en el estribillo "o quita privada o nada", la prima de riesgo encarece los costes financieros de los países implicados en planes de ajuste, como se pudo comprobar en la emisión de deuda española de ayer. El aumento desorbitado del servicio de la deuda reduce los márgenes presupuestarios y coarta el crecimiento económico. Con ese lastre, es difícil pensar ya que España puede acercarse a tasas de crecimiento superiores al 1,5% en 2012.


El País - Editorial

No todo vale para conseguir noticias

Algunos periódicos que se rasgan ahora las vestiduras han sido, sin embargo, de lo más condescendiente con Wikileaks, aunque este grupo también haya vulnerado leyes y normas éticas elementales con tal de publicar noticias.

El escándalo sobre las escuchas ilegales del tabloide sensacionalista británico News of the World ha vuelto a poner de relieve los límites que no debe traspasar el periodismo, por mucho que esta profesión sea una de las más imprescindibles en un estado democrático.

No, no todo vale para conseguir noticias ni para vender periódicos, y algunos de los profesionales de News of the World venían desde hace años saltándose la ley y las más elementales normas éticas. Al margen de las innumerables escuchas ilegales que, al menos desde 2006, se venían practicando, y que afectan a periodistas, policías y políticos británicos, periodistas del News of the World accedieron al contestador del móvil de la niña asesinada Milly Dowler y borraron algunos mensajes –posibles pruebas– para que se vaciara y así poder recibir más. Esta acción llevó a los padres a albergar la falsa esperanza de que su hija estaba viva.


Durante su comparecencia por el asunto de las escuchas este martes en el parlamento británico, Rupert Murdoch, propietario del grupo News Corporation ha lamentado y pedio perdón por lo ocurrido, al tiempo que ha asegurado que no va a dimitir "porque soy la mejor persona para limpiar todo esto". Es verdad que Murdoch ha tardado en demostrarlo, pero no es menos cierto que hace escasos días ordenó el fulminante cierre del tabloide, que tenía más de cien años de antigüedad. Asimismo, no debemos olvidar que News of the World es, como el propio Murdoch ha señalado, el 1 por ciento de su imperio mediático, y que lo que tampoco se puede es criminalizar a todo un grupo de comunicación por algo que hayan hecho algunos de los que trabajan en uno de sus medios. Esto último, sin embargo, es lo que ha hecho el líder laborista Ed Miliband, al pedir el desmantelamiento de todo el conglomerado de News Corp. en el Reino Unido.

Aquí en España tampoco han faltado medios para criminalizar a este grupo de comunicación que cuenta con medios conservadores tan importantes como The Times o la cadena Fox. Algunos periódicos que se rasgan ahora las vestiduras han sido, sin embargo, de lo más condescendiente con Wikileaks, aunque este grupo también haya vulnerado leyes y normas éticas elementales con tal de publicar noticias. ¿Se debe esta doble vara de medir a las tendencias conservadoras de Murdoch? ¿O es al hecho de que entre los asesores en el consejo de administración de News Corporation figure José María Aznar?

No todo vale para conseguir noticias y los delitos lo son con absoluta independencia de la ideología del que los perpetre. No estaría de más recordarlo siempre, y no sólo cuando conviene.


Libertad Digital - Editorial

DESPLOME SOCIALISTA

Zapatero va a llegar a la cumbre extraordinaria del Eurogrupo de mañana con su crédito político hecho trizas. La continuidad de su Gobierno no contribuye a la recuperación de España.

LA candidatura de Rubalcaba no es compatible con el Gobierno de Zapatero. Así de claro es el resultado de la bicefalia socialista, por el empeño de los dirigentes del PSOE de no asumir con todas las consecuencias el desastre electoral del 22 de mayo. En aquella jornada, los españoles cancelaron el mandato de Rodríguez Zapatero y del PSOE, pero uno y otro, incluyendo al candidato Pérez Rubalcaba, decidieron actuar como si tuvieran derecho a disponer libremente de los tiempos políticos y de los intereses nacionales. Ahora, cuando la desafección llega a los más afines del Gobierno, el desplome del PSOE no es que sea mayor que hace un mes, sino que se hace más insostenible de puertas adentro. Y nada de lo que sucede en el PSOE y en su entorno es casual o inocente. Lo que está sucediendo, esta fractura entre lo que le interesa al candidato socialista y lo que quiere el presidente del Gobierno, estaba escrito desde que el PSOE decidió no celebrar inmediatamente un congreso extraordinario para sustituir a Rodríguez Zapatero de la secretaría general y dar paso a unas elecciones anticipadas. Por el contrario, en el remate final de su suicidio político, el PSOE optó por un equilibrio imposible entre Rubalcaba y Zapatero, equilibrio que sólo aguantó las formas hasta que el primero abandonó el Gobierno. Desde entonces, Rubalcaba está pagando las facturas de un Ejecutivo al que ya no pertenece, pero que lo ha marcado y lo sigue marcando de forma indeleble. Por eso, las mínimas posibilidades electorales que le quedan a Rubalcaba se basan en sacar a Zapatero cuanto antes del panorama político, mediante la disolución del Parlamento y el repudio de su herencia. La crisis de la deuda española, con una insoportable prima de riesgo muy por encima de los 300 puntos y un encarecimiento de la financiación a corto y largo plazo, está apuntillando al Gobierno, al candidato Rubalcaba y al PSOE, abocados —ellos, y por su responsabilidad puede que también España— a una auténtica tragedia

griega. Zapatero va a llegar a la cumbre extraordinaria del Eurogrupo de mañana con su crédito político hecho trizas. La continuidad de su Gobierno no contribuye a la recuperación de España, ni a la estabilidad financiera de Europa, como pretenciosamente se ha dicho desde el PSOE, mientras los mercados castigan sin piedad la deuda española.


ABC - Editorial