miércoles, 20 de julio de 2011

Camps. El final de la escapada. Por José García Domínguez

Salvo, claro, que concediera inmolarse por el mando y cargar con la agravante de poseer antecedentes penales en las otras causas que le esperan. Aunque solo Rajoy puede librar a Camps de su penitencia. Defenestrándolo.

No habrá ninot indultat en el asunto Gürtel. Demoledor, el auto del magistrado Flors significa, esta vez sí, el final de la escapada para Camps. Porque no se trataba, como repetían una y otra vez los corifeos de guardia, de una cuestión baladí, ridícula bagatela de tres trajes. Apenas una falta de hortericie contumaz, pecado venial aquí tan común. Y más tratándose, ¡ay!, de la ribera del Mediterráneo. Prosaico yerro acreedor de liviana penitencia. A lo sumo, alguna regañina pública, amén del preceptivo propósito de enmienda. Bien al contrario, lo ahora acreditado en la pericia judicial aboca al Ausente a una disyuntiva desesperada entre lo malo y lo peor.

Si pacta con la Fiscalía a fin de orillar el oprobio de verse conducido al banquillo como un quinqui cualquiera, el precio a pagar sería triple. Primero, admitir que habría incurrido en una figura de corrupción tipificada en el Código Penal. Segundo, reconocer que aceptaba de grado los presentes con que gustaba premiarlo una banda de delincuentes comunes. Y tercero, conceder que mintió de forma reiterada y contumaz a lo largo de dos años, al propalar la falsa especie de que se pagaba sus trajes. Si, por el contrario, continua enrocado en su Numancia autista, el riesgo aún habrá de ser mayor. Y es que Camps podría acabar con sus muy hieráticos huesos en la cárcel.

No se olvide al respecto que la acusación particular ansía para él tres años de prisión por un delito de soborno propio. Así las cosas, si optase por ir a juicio, nadie le garantizaría verse libre de ser imputado por esa figura. Y para acabar de arreglarlo, sépase que ni siquiera la súbita confesión de sus pecados pondría fin al vía crucis procesal. A ojos de la Ley, de nada serviría que Camps se autoinculpase si al tiempo no hiciera lo propio Ric Costa. Un procesado, el airado Ric, que no era cargo público el día de autos y que, por tanto, cuenta con todos los números para salir absuelto. Salvo, claro, que concediera inmolarse por el mando y cargar con la agravante de poseer antecedentes penales en las otras causas que le esperan. Aunque solo Rajoy puede librar a Camps de su penitencia. Defenestrándolo.


Libertad Digital - Opinión

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