miércoles, 27 de julio de 2011

Las ayudas. Por Alfonso Ussía

El PSOE de Felipe González ganaba las elecciones por sí mismo, sin ayudas escalofriantes. En 1982, con una UCD desmoronada por la inconexión de sus barones y la dimisión de Adolfo Suárez, el PSOE consiguió 202 escaños en el Congreso de los Diputados. Y revalidó el triunfo con dos mayorías absolutas en las legislaturas posteriores. Su último tramo en el poder fue nefasto y nada ejemplar, pero los primeros Gobiernos presididos por Felipe González estuvieron compuestos de gente seria y preparada. El socialismo de aquellos tiempos miraba hacia el futuro y, como la derecha rebajada de pasión por Fraga Iribarne, renunció a mirar al pasado. No pueden sorprender las palabras de Felipe González de las últimas semanas. «Sigo siendo militante pero le he perdido la simpatía al PSOE». Y es lógico, por cuanto el PSOE de González era un partido con clara vocación europeísta y compacto en su sentido del Estado y de la unidad de España. Y este PSOE descalabrado representa un socialismo viejo y superado, con un concepto del Estado como el que puede tener una almeja y una capacidad para crear desunión y desilusión como pocas veces se ha visto en España. Una España, por otra parte, amenazada por independentismos alentados desde el propio Gobierno de Zapatero, que ha fomentado que los suyos gobiernen con los separatistas catalanes, los independentistas gallegos y ahora culmina su operación abriendo las puertas de Bildu a las instituciones democráticas y aguardando con enorme ilusión una carta de la ETA.

El PSOE de Felipe González ganaba con mayoría absoluta sin la ayuda de agentes escalofriantes. No se trata de una acusación sino de una evidencia. Zapatero ganó con mayoría simple las elecciones en 2004 gracias a Al Qaeda. No quiero decir con esto que Zapatero y Al Qaeda se pusieran de acuerdo, que no. Pero sin los atentados de los trenes y la manipulación vergonzosa de los medios afines y el ambiente de crispación social que crearon contra el PP, esas elecciones las hubieran perdido. Y ahora están a la espera de una declaración de la ETA para mitigar la esperada derrota electoral del próximo otoño, el próximo invierno o la próxima primavera. Intolerable ayuda que de nada les va a servir, pero que indica hasta qué límite de amoralidad ha llegado este Gobierno descabezado y esa candidatura encabezada por quien representa parte del peor pasado del PSOE.

Felipe González cometió en sus últimos años de Gobierno gravísimos errores. También los protagonizó, y contundentes, José María Aznar en los dos años finales. Anteriormente, Aznar fue el mejor Presidente de nuestra breve historia democrática, seguido muy de cerca por el primer Felipe González. Uno y otro son referencias respetadas e indiscutibles en la reciente Historia de España. Aznar cuenta con más cariño en el PP que Felipe González en el PSOE, aunque los dos políticos intuyan la realidad de una distancia establecida por sus sucesores. Menor la de Rajoy respecto a Aznar que la de Zapatero en lo que concierne a Felipe González. En el caso socialista, la distancia y el desprecio hacia la figura de González son más que una injusticia. Es una imbecilidad. Han renunciado a su experiencia. De ahí la poca simpatía que siente Felipe González, el que ganaba sin ayudas, por el PSOE de Zapatero, el que ganó por la manipulación que se hizo de un terrible atentado islamista y ahora espera ilusionado la cartita de la ETA.


La Razón - Opinión

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