Carme Chacón tiene la entereza de la calcita, que se erosiona con una simple moneda de cobre.
DEL mismo modo que Friedrich Mohs, hace cerca de doscientos años, estableció una escala con la que seguimos midiendo la dureza de los minerales, desde la blandura del talco a la firmeza del diamante, alguien debiera abordar hoy, por ver si conseguimos entendernos, la escala de la enjundia de los líderes socialistas en presencia. Si Felipe González estuviera en activo, que no lo está, a él le correspondería el lugar que Mohs le atribuye al diamante, algo tan duro que solo puede ser rayado por otro de su misma condición. Posiblemente, otro cesante —aunque instalado en el balneario de la Carrera de San Jerónimo—, Alfonso Guerra, sería el corindón, al que solo le hacen mella las herramientas templadas con carburo de silicio.
De lo que ahora se trata, cuando José Luis Rodríguez Zapatero, no contento con haber destrozado una Nación se dispone a intentar la demolición del partido que —¡todavía!— le sostiene y obedece, es de afinar los puestos más mórbidos de esa tabla. Colocando al todavía presidente del Gobierno en el lugar geológico del cuarzo, algo capaz de rayar el vidrio, puede aceptarse, sin forzar el entendimiento, que Alfredo Pérez Rubalcaba está un poco más arriba que su líder y un poco más abajo de quien también fue vicepresidente del Gobierno, en donde el topacio más o menos. Los demás posibles, o pretendientes, sustitutos de Zapatero como próximo candidato socialista a la presidencia del Gobierno son, en más o en menos, auténticos zorollos. Son, de más a menos blanduchos, el talco, el yeso, la calcita o la fluorita de la tabla mejor memorizada, supongo, de las que, cuando cotizaba la memoria como valor, se estudiaban en el bachillerato. Entre los más duros y los más blandos, como marca su talante y justifica su carrera, está José Bono, el apatito que se puede rayar con una navaja de Albacete.
Lo verdaderamente singular, lo nunca visto y al margen de otros nombres que puedan brotar antes de que suene el pistoletazo inaugural de las primarias, es que la candidata más cantada, Carme Chacón, tiene, en atención especial a los méritos de su marido, guionista, promotor y estratega, Miguel Barroso, la entereza de la calcita, que, según los manuales, se erosiona con una simple moneda de cobre. Quien ha consagrado a la vida partidaria veintidós de los cuarenta años que tiene y quien ya lució su escasez como titular de Vivienda no ha abordado en su biografía labores de mayor provecho y puede optar al éxito sucesorio para demostrar que la imagen mediática y los muñidores propagandísticos pueden transformar la nada en apariencia. Lo que pretendían en la Edad Media con la piedra filosofal.
De lo que ahora se trata, cuando José Luis Rodríguez Zapatero, no contento con haber destrozado una Nación se dispone a intentar la demolición del partido que —¡todavía!— le sostiene y obedece, es de afinar los puestos más mórbidos de esa tabla. Colocando al todavía presidente del Gobierno en el lugar geológico del cuarzo, algo capaz de rayar el vidrio, puede aceptarse, sin forzar el entendimiento, que Alfredo Pérez Rubalcaba está un poco más arriba que su líder y un poco más abajo de quien también fue vicepresidente del Gobierno, en donde el topacio más o menos. Los demás posibles, o pretendientes, sustitutos de Zapatero como próximo candidato socialista a la presidencia del Gobierno son, en más o en menos, auténticos zorollos. Son, de más a menos blanduchos, el talco, el yeso, la calcita o la fluorita de la tabla mejor memorizada, supongo, de las que, cuando cotizaba la memoria como valor, se estudiaban en el bachillerato. Entre los más duros y los más blandos, como marca su talante y justifica su carrera, está José Bono, el apatito que se puede rayar con una navaja de Albacete.
Lo verdaderamente singular, lo nunca visto y al margen de otros nombres que puedan brotar antes de que suene el pistoletazo inaugural de las primarias, es que la candidata más cantada, Carme Chacón, tiene, en atención especial a los méritos de su marido, guionista, promotor y estratega, Miguel Barroso, la entereza de la calcita, que, según los manuales, se erosiona con una simple moneda de cobre. Quien ha consagrado a la vida partidaria veintidós de los cuarenta años que tiene y quien ya lució su escasez como titular de Vivienda no ha abordado en su biografía labores de mayor provecho y puede optar al éxito sucesorio para demostrar que la imagen mediática y los muñidores propagandísticos pueden transformar la nada en apariencia. Lo que pretendían en la Edad Media con la piedra filosofal.
ABC - Opinión
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