viernes, 27 de mayo de 2011

El motín de los pretorianos. Por Ignacio Camacho

Zapatero queda secuestrado por los barones, sin autoridad ni poder, rehén de una conjura de pretorianos.

LA revuelta de los coroneles socialistas ha terminado, por ahora, con el secuestro del poder y la desautorización de Zapatero mediante el sacrificio expiatorio de su presunta favorita, victimada por el líder para salvar provisionalmente su propio pellejo. Los conspiradores se han conformado con la cabeza de Carmen Chacón a cambio de no escenificar en el comité federal la muy shakespereana tragedia del apuñalamiento del César. Siguen sin fiarse de él pero le han dado una salida porque todos saben que el psicodrama en público hubiese destrozado lo que queda de la marca PSOE; si consideran peligroso el espectáculo de las primarias, por lo que tiene de desgaste fratricida, mucho más grave sería el golpe cruento con ejecución sumarísima del tribuno a la vista de la plebe.

Han sido las horas más tensas del partido desde aquel ya lejano congreso en que Felipe dio el portazo haciéndose la víctima. Un paroxismo de reuniones, llamadas y contactos a la desesperada en un delirio de intrigas. Todavía un poco antes de su abatida comparecencia de prensa, Chacón estaba recabando apoyos de dirigentes de una corriente crítica. Sitiado en Moncloa por los conjurados, Zapatero ha fundido varias baterías de su teléfono móvil. Y Rubalcaba, si te mueves te la clava, ha temido hasta el último momento que se la fuesen a clavar a él; despechado por el silencio hermético del presidente, ha apretado tuercas y movido hilos —los últimos, los de Bono— entre amagos de renuncia y protestas de traición. En ese crescendo límite de tirantez y presión se estaba jugando el futuro inmediato del PSOE, tambaleante tras el descalabro electoral: la herencia de un postzapaterismo genuino, líquido y juvenil, o el retorno al prezapaterismo de la vieja guardia. Ha ganado el socialismo con barba pero la solución de compromiso, forzada para mantener apuntalada la apariencia del liderazgo presidencial, deja muchos recelos, muchas heridas y, sobre todo, muchas cuentas pendientes.

El comité federal ya se ha celebrado entre las bambalinas del poder. Lo del sábado será una puesta en escena de la proclamación rubalcabiana, quizá con algún desahogo retórico de los perdedores del pulso. Las nomenclaturas de los partidos le tienen pánico a los ejercicios de democracia interna, en los que casi siempre salen malparadas. Chacón, posible o potencial beneficiaria del descontento de la militancia —«¡¡cosas maravillosas!!»—, se equivocó el domingo al escaquearse de la foto de la derrota y el martes al pedir amparo al presidente cuando éste ya no tiene poder efectivo para protegerla. Pero en este golpe de mano no sólo ha perdido ella; Zapatero queda prisionero de los barones, sin auctoritas ni potestas, y tendrá que agotar, o quizá abreviar, su mandato como indisimulado rehén de un motín de pretorianos.


ABC - Opinión

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