Nadie diría que las eleciones de hoy son autonómicas y municipales, en vez de generales. Por más que el PSOE intentó ceñir la campaña a lo local para minimizar el «efecto Zapatero», la tozuda realidad le ha saltado por encima y hemos asistido a un verdadero debate nacional, culminado con la traca final de la «Spanish revolution» que acampó toda la semana en la Puerta del Sol. Los ciudadanos tienen la certeza de que asistimos al fin del ciclo político iniciado en 2004 con la inopinada victoria socialista, y que el cambio empieza precisamente hoy para completarse en las elecciones generales, dentro de diez meses como muy tarde. Quiéranlo o no los dirigentes de Ferraz, este 22-M está llamado a ser el punto de inflexión en la gobernación de España, una suerte de primarias en las que se oficialice el hundimiento del proyecto de izquierdas y el ascenso del centroderecha como alternativa y garantía de futuro. Aunque no sean directamente culpables de la debacle económica, social y moral que padecen sus comunidades, muchos alcaldes y gobernantes autonómicos del PSOE pagarán hoy los platos rotos de un Gobierno central incompetente, demagogo y desprestigiado. No en vano sus primeras víctimas, sus primeros frustrados y escarmentados han sido los jóvenes. Resulta sarcástico que el modelo socialista puesto en marcha hace diez años para «regenerar la democracia» y entusiasmar a los jóvenes agonice entre protestas juveniles y con acampadas que exigen «democracia real». La indignación y el malestar de los jóvenes izquierdistas es la demostración más palpable del fracaso del PSOE. Ya lo barruntaba el último barómetro del CIS, cuando recogía que el 87,3% de los jóvenes entre 18 y 24 años tenía poca o ninguna confianza en Zapatero. Téngase en cuenta que hoy se incorporan por primera vez a unas elecciones locales y autonómicas nada menos que 1,6 millones de jóvenes, lo que constituye una fuerza de tamaño decisivo. Con razón la extrema izquierda que gira en torno a IU y a los grupúsculos ecologistas han maniobrado para controlar y llevar a su molino la acampada de Sol. Si la formación comunista alcanza su objetivo, lo veremos esta noche, pero sería paradójico que el voto joven huyera del desengaño socialista para caer en las brasas de un partido que le ha dado sus votos al PSOE para que gobernara, como ha ocurrido en dos autonomías y cientos de ayuntamientos. No parece que la izquierda radical, cuyo modelo de modernización se inspira en el castrismo y en Hugo Chávez, sea el cambio que quieren los ciudadanos y el que necesita España para salir de la crisis, crear empleo y alejar definitivamente los fantasmas de una intervención financiera. Lo que se decide en este domingo no es sólo el gobierno de ocho mil ayuntamientos y de trece comunidades autónomas, sino el modelo político, ideológico y de gestión que se desea para España en su conjunto. La situación que atraviesa el país es extremadamente delicada y lo más urgente es despejar el panorama político y sacar al Gobierno de la nación del marasmo en que agoniza. España tiene fuerzas y recursos suficientes, sólo necesita nuevos gestores.
La Razón - Editorial
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