viernes, 20 de mayo de 2011

Movimiento 15-M. Consentidos y adulados. Por Cristina Losada

Se ha recordado a los amotinados, en difícil lección de geografía, que esto no es Egipto ni Túnez. Cierto. Pero es un rasgo egipcio, y recurrente, que aquí la igualdad ante la ley se tome por el pito del sereno.

En España, la condición necesaria, aunque no suficiente, para que una acción de protesta despierte las tiernas atenciones del poder es que infrinja la ley. Ese insufrible hábito de democracia acomplejada y de políticos oportunistas se ha impuesto, de nuevo, ante la acampada, happening o macrobotellón, que tiene por epicentro la Puerta del Sol madrileña. La Junta Electoral dispuso que era ilegal, y como si dijera misa. La filosofía del Gobierno y de su ministro del Interior es dejar a los niños en paz. Esto es, dejar que vayan –o vuelvan– a ellos. Y si no los nenes, sus papás, que igual verían con malos ojos que sus retoños fueran desalojados sin miramientos por los paladines del progresismo. Al tiempo, políticos de la izquierda y de otros páramos pugnan por adular a los del campamento, abonando la ya asentada noción de que el respeto a las normas sólo rige para los pringados.

Ah, es que son jóvenes. Y, por lo tanto, exentos de responsabilidad. No propongo, vaya, que enviaran a la caballería. Ante todo, para evitar daños a edificios y comercios, pues, por lo demás, cuando uno participa en un acto ilegal ha de ser mayorcito y estar preparado. Tanta sobreprotección a la juventud, sea interesada o bobalicona, crea las condiciones para que los peques se desorienten cuando caen en la realidad desde el mundo Alicia. Razón de más para impedir que sigan haciendo lo que les da la gana. Nada justifica la consentida violación de las normas. Pero cambiemos el decorado. De estar ocupada la plaza de España en vísperas electorales por gentes contrarias a la presentación de Bildu, tendríamos al Gobierno en pie de guerra y al diario global tocando a rebato contra una conducta golpista instigada por el PP, la Brunete y el Tea Party.

Se ha recordado a los amotinados, en difícil lección de geografía, que esto no es Egipto ni Túnez. Cierto. Pero es un rasgo egipcio, y recurrente, que aquí la igualdad ante la ley se tome por el pito del sereno. Y eso sí que es para indignarse. Oh, pero estos chicos merecen ser escuchados; representan el malestar social ante la crisis. Un momento. Sólo se representan a sí mismos en tanto no concurran a unas elecciones. Y si quieren ser sociedad civil, deben mostrar, primero, que son civilizados. Aquí se empieza por no creer en la sociedad civil y se acaba creyendo que es cualquier cosa.


Libertad Digital - Opinión

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