viernes, 11 de marzo de 2011

Aprendices de brujo. Por José María Carrascal

Al final, nos daremos cuenta de que Blanco no es un personaje de Zapatero, sino Zapatero un personaje de Blanco.

¿Va el gobierno a militarizar los aeropuertos como hizo en la huelga de controladores? No. Una cosa es enfrentarse a un sindicato de elite y otra, a UGT y CCOO, sus cómplices hasta verse obligado a cambiar de guión. Entonces, ¿va a dejar de privatizar los aeropuertos, como le piden éstos? Pues tampoco, porque necesita urgente y perentoriamente el dinero que espera sacar de esa privatización, para que le salgan las cuentas ante Bruselas. ¿Qué va a hacer entonces? Pues lo que ha venido haciendo: trampear, hacer las cosas a medias, con lo que en vez de solucionarlas, las adormece, aunque eso signifique poner en peligro la primera y puede que ya única gran industria nacional, el turismo. Es lo que ha hecho con la reforma laboral, la financiera, con todo, en espera de que la recuperación llegue, al menos a los demás, y tiren de nosotros.

Ahora es el propio Zapatero quien se atreve a anunciar que llegará este mismo mes justo cuando la agencia Moody´s rebaja el crédito de España y todos los indicadores advierten que su recuperación tardará meses si no años. Pero este hombre vive ya fuera de la realidad. Por algo hasta su propio partido le teme y ha cancelado lo que venía siendo su gran fiesta, el mitin de Vistalegre, verbena con que daba el pistoletazo a sus campañas electorales. Pero esta vez, no. «Yo he diseñado la campaña para ganar», ha confesado José Blanco, reconociendo implícitamente que con su jefe en la campaña, perderían. Y es que, al final, nos daremos cuenta de que Blanco no es un personaje de Zapatero, sino al revés, Zapatero, un personaje de Blanco, que lo sacó de la nada en que vivía y le convirtió en presidente del gobierno aprovechando circunstancias tan excepcionales como las que reinaban en el PSOE tras Felipe González y en la nación, tras el 11-M, lo último con ayuda de Rubalcaba.

Lo malo fue que el personaje se lo creyó. Como aquel mendigo que se despertó un buen día en un lecho real, creyó que de verdad era un rey y empezó a reinar sin la menor capacidad para ello, poniendo en práctica todas las fantasías que había soñado en su vida anterior, sin ajustarse para nada a las normas de la política, de la economía y, lo que es más grave, de la realidad. Vino en su ayuda una bonanza económica, una oposición hundida y un país más interesado en gozar de la vida que en el precio de esos gozos. Hasta que la crisis nos ha despertado a todos. Menos a él, que sigue en sus fantasmagorías. Pero la realidad se alza ante él como el Comendador ante el Burlador: Bruselas que exige cuentas, los sindicatos que reclaman lo suyo, su partido que le excluye, el país en quiebra, sin que ni siquiera quienes le auparon al cargo, Blanco, Rubalcaba, sean capaces de que se vaya ni de que se quede. A los aprendices de brujo, suele ocurrirles.


ABC - Opinión

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