martes, 1 de febrero de 2011

¿Y si el sucesor de Rodríguez Zapatero se llamara… Por Federico Quevedo

… Zapatero?

Convendrán conmigo en que el partido socialista tiene una habilidad especial para conseguir que los debates políticos se produzcan sobre aquellos asuntos que a ellos les interesan, y no sobre los que realmente interesan a los ciudadanos, y sobre todo los que les preocupan. Llevamos unas cuantas semanas dedicados los periodistas y medios de comunicación a dar vueltas sobre el mismo asunto: la sucesión de Rodríguez Zapatero. Una sucesión que, a día de hoy, no está oficialmente prevista, y ni siquiera se ha convocado a los órganos del partido para hablar de ella ni para elegir al supuesto sucesor… Es más, el interesado se sigue haciendo el interesante y da largas sin que realmente nadie sepa muy bien qué pasa por su cabeza, salvo su santa esposa y alguien muy próximo, según dijo él mismo estas pasadas Navidades durante un encuentro con periodistas que sirvió para encender la mecha de este debate. Un debate que, sin embargo, es absolutamente ajeno a lo que en este momento preocupa en el seno de la mayor parte de las familias españolas. Es, incluso, ajeno a lo que el futuro próximo le depara a la economía española, porque tanto para las familias españolas como para el futuro inmediato de la economía Rodríguez es un presidente amortizado, falso y carente de toda credibilidad. Políticamente está muerto, lo está a los ojos de los demás, pero, sin embargo, él se siente muy vivo.

Y éste es el quid de la cuestión. Verán, los distintos dirigentes y barones socialistas llevan semanas alimentando los rumores sobre la sucesión de Zapatero, como si realmente ese fuera el asunto más peliagudo que pueda preocupar a los ciudadanos, e incluso nos han propuesto el recambio: Rubalcaba. No importan ni la crisis económica, ni los cinco millones de parados, ni los problemas de la deuda, ni los recortes sociales que ha llevado a cabo el Gobierno… Todo eso ha quedado en un segundo plano porque lo único que nos preocupa es si Rodríguez va a continuar, o no, y si Rubalcaba va a ser su sucesor, o no. Es más, mientras los españoles hacen cuentas para ver si llegan a final de mes, los socialistas juegan a una especie de tira y afloja, en el que unas veces tensan tanto la cuerda de la dimisión de Rodríguez que otras se ven obligados a soltarla para no ir demasiado lejos. Así, unos días parece que todos los dirigentes socialistas cierran filas con Rubalcaba alabando las virtudes de éste como sucesor, y otros, sin embargo, da la sensación de que le quieren bajar los humos y de que, en el fondo, todos siguen confiando en la suerte de José Luis. Y José Luis por aquí, y José Luis por acá, y José Luis por acullá, al final va a resultar que José Luis sigue siendo, en el fondo, el único candidato dispuesto a sacrificarse en el altar de las urnas después de haberse convertido en el mayor traidor a su propia causa.
«A los españoles les importa un comino en estos momentos si Rodríguez va a ser el candidato, si va a dejar de serlo, si lo va a ser Rubalcaba o si lo va a ser Chacón. Lo que quieren los ciudadanos es que este tío se vaya de una vez.»
Porque, seamos serios, ¿quién narices va a asumir el coste de una derrota que se prevé de proporciones bíblicas y teniendo, además, que defender la gestión del peor presidente que jamás haya gobernado y gobierne nunca este país? ¿Ustedes de verdad se creen que, digan lo que digan de cara a la opinión pública, los dirigentes socialistas no son conscientes de lo que se les viene encima y de por qué? Lo saben perfectamente, pero el PSOE es una maquinaria de poder y en lo que están ahora mismo es en intentar salvar los muebles como sea. Y en esas están, intentando desviar la atención de los verdaderos problemas del país y tapando las consecuencias de una gestión ineficaz, mientras Rodríguez empieza a manejar sus propios tiempos y cree que una vez pasadas las elecciones municipales y autonómicas, en las que sus barones van a sufrir un duro castigo que realmente le corresponde a él, hay espacio para que las reformas económicas empiecen a hacer su efecto y llegar a 2012 con la economía disparada. Y, en esas circunstancias, después de haber quemado prácticamente a lo bonzo a Rubalcaba, volver a presentarse él en loor de multitud.

Esto puede ser así, o no. Y es que una cosa son los deseos de Rodríguez, y otra bien distinta la realidad. Más allá de subir impuestos para controlar el déficit público, la vocación reformista a la que acaba de entregarse nuestro presidente como si de un converso cualquiera se tratara, deja mucho que desear. La reforma laboral no llega ni a mano de pintura, la de las pensiones se fía para muy largo y no va a tener efectos inmediatos, y la del sistema financiero después de tres intentos va a suponer es un coste añadido a las arcas del Estado y, por lo tanto, más endeudamiento. Luego la posibilidad de que las reformas contribuyan a que España salga de la crisis es bastante precaria. Más bien al contrario: da la impresión, y eso predicen todos los expertos, de que nos vamos a instalar en una fase de estancamiento inflacionista que nos va a acribillar a los sufridos ciudadanos, y la perspectiva anunciada por Rodríguez de que en el segundo semestre de este año se empezará a crear empleo se antoja el cuento de la lechera por las veces que nos viene este hombre anunciando la misma milonga sin que nunca llegue a producirse.

¿Saben una cosa? A los españoles les importa un comino en estos momentos si Rodríguez va a ser el candidato, si va a dejar de serlo, si lo va a ser Rubalcaba o si lo va a ser Chacón. Lo que quieren los ciudadanos es que este tío se vaya de una vez, y eso es lo que dice la gente cuando hablas con ella por la calle. La mayoría lo tiene muy claro: la única solución a los problemas de este país es que Rodríguez se vaya con viento fresco de una vez. Y los suyos, también.


El Confidencial - Opinión

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