martes, 8 de febrero de 2011

Que no. Por Ignacio Camacho

Demasiada prisa y poco arrepentimiento. No pueden volver sin pedir perdón como si no hubiese pasado nada.

QUE no, que no cuela la pantomima. Que estos etarras sin capucha no engañan más que a quien esté dispuesto —¿queda alguien aún?— a dejarse engañar. Que tienen demasiada prisa para tan poco arrepentimiento. Que hace falta mucho tiempo para cauterizar las heridas de tantos años de plomo. Que no pueden volver disfrazados de hijos pródigos y sin pedir perdón como si aquí no hubiese pasado nada.

Porque han pasado muchas cosas, y porque aún tienen que pasar muchas más. Tienen que pasar años de sedimento del dolor, que no de olvido. Tienen que transcurrir muchas lunas sin violencia, sin intimidación, sin terror, sin coacción y sin muerte. Tiene que cumplirse la justicia sin la que no hay reconciliación posible. Tiene que disiparse de manera categórica todo atisbo de dependencia y de continuismo respecto al delirio autoritario de dominación armada. Tiene que quedar demostrada de forma fehaciente la voluntad de reinserción en el sistema que tan cruelmente han combatido sin compasión ni piedad. Tiene que ser patente la contrición y explícita la autocrítica. Tiene que mediar una petición expresa y convincente de perdón a las víctimas. Tienen que existir pruebas claras de un desistimiento convencido que vaya más allá del tacticismo pragmático y del ventajista principio de la oportunidad. Y, sobre todo, y previamente, tiene que desaparecer por completo la amenaza sobre la que desde hace años respaldan su chantaje político. Tiene que rendirse ETA y hacerlo sin condiciones expresas ni sobrentendidas. Tiene que reconocer su fracaso y disolverse a cambio de nada.


A cambio de nada es a cambio de nada. Ni impunidad penal ni indulgencia moral ni tolerancia social ni contrapartida política. Nada. Primero nada, después nada y luego ya veremos. Pero luego es mucho más tarde, cuando la sociedad agredida pueda asimilar con dignidad y honor el final del sufrimiento y acaso sentirse en condiciones de ser lo generosa o lo compasiva que no han sabido ser sus enemigos. Antes, nada. Nada de agradecimientos, nada de amnesia, nada de subterfugios. Sólo silencio. Y firmeza. Y ley.

Después de 870 asesinatos no pueden venir con urgencias, recién maquillados para la ocasión y sin arrepentirse. El dilema no consiste en creerles o no creerles, sino ceder o no ceder. Si de veras quieren romper con el terrorismo es menester darles tiempo para mostrar la autenticidad de su abandono. Mayo no es mañana: es casi ayer a efectos de esta difícil recomposición moral que ha de presidir la normalización política. No al revés. Después de mayo tendrán un año hasta las generales y cuatro hasta las nuevas locales y forales que tanto les interesan; un plazo suficiente para asentar su recién adquirida vocación de retorno a la civilidad democrática. Antes no puede ser, salvo que además de inventar la democracia bonita queramos patentar la democracia tonta.


ABC - Opinión

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