domingo, 13 de febrero de 2011

Cómplices. Por Ignacio Camacho

¿Nada tuvieron que decir los sindicatos, nada barruntaron los comités de empresa en tanto ERE subvencionado?

ALGUNOS espíritus cándidos se preguntan dónde estaban los sindicatos andaluces cuando la Junta y sus conseguidores de cabecera fraguaban los expedientes fraudulentos de regulación de empleo en decenas de empresas en crisis a las que los propios intermediarios planteaban las «virtudes» de acogerse a los planes de despidos masivos, entre los que luego aparecían incluidos militantes socialistas que jamás habían trabajado (allí). Almas de cántaro; los sindicatos estaban en lo suyo, en lo que vienen haciendo desde que Chaves implantó hace unos veinte años los «acuerdos de concertación social». Esto es, en gestionar millones de euros de subvenciones para formación laboral —Andalucía debe de ser el territorio con más parados bien formados de Europa—, en dirigir su poderoso lobby de influencia en empresas públicas y cajas de ahorros, en vigilar el acceso preferente de sus afiliados a los empleos oficiales, en llevar al cine a los desempleados de Deplhi y otras compañías cerradas con ayuda de fondos públicos, en administrar con cuidado sus silencios para disfrutar de su posición preeminente en el entramado de poder clientelar en que se ha transformado la autonomía.

Pero ahora se va sabiendo que también andaban, al menos en parte, cerca de la masa de fraude en la que algunos listos han dejado rastro de sus manazas. Ya ha dimitido algún secretario provincial de UGT —en el Jaén de Zarrías, vaya por Dios— cuya mujer fue incluida de matute en uno de los ERES de esa red tramposa. Y surgen en el sumario indicios más que notables de que en la federación alimentaria ugetista, de donde procede el principal comisionista investigado, existían connivencias sospechosas con la trama del fondo de reptiles que manejaba a su capricho la Consejería de Empleo. Pero la lista de despidos y prejubilaciones irregulares incluye empresas metalúrgicas, bioquímicas, turísticas o textiles; en alguna los beneficiarios de la órbita socialista se llegaron a repartir ¡setecientos mil euros! ¿Nada tuvieron que decir los sindicatos, nada vieron los comités, nada llamó la atención de sus cuadros de mando en esas derramas con que la Junta subvencionaba alegremente el adelgazamiento del mermado tejido laboral andaluz?

Nada vieron, que se sepa; nada objetaron, nada hicieron, nada barruntaron. O sí: cuando se cerró Delphi —1.500 trabajadores a la calle en una Bahía de Cádiz con 57.000 desempleados— y la Junta proclamó que los cesantes eran «parados con perspectiva», el presidente del comité de empresa rompió el carné de Comisiones Obreras y se afilió al PSOE. Después de tres años de cobrar las correspondientes prestaciones —Dispositivo de Tratamiento Singular, lo llamaban—, se prejubiló al cumplir medio siglo. Delphi aparece entre los 39 expedientes investigados como parte del escándalo; hay casualidades que, si no existiesen, convendría inventarlas.


ABC - Opinión

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