A la titular de Sanidad le corresponde un papel protagonista en un sainete trágico.

TAL y como se han desarrollado los acontecimientos, hemos de reconocer que andábamos errados al desdeñar el juego que da Leire Pajín en el «dibujo táctico» de la alineación de Zapatero. Reparen, por ejemplo, en la gloriosa intervención de la interfecta tras el Consejo de Ministros del pasado viernes. Fue el mismo día en el que el juez Pedraz otorgaba el «nihil obstat» al desparrame incívico de los hinchas de ETA. Y fue en un momento en el que, más que probablemente, el señor Rubalcaba no ignoraba ya ningún extremo de ese comunicado que, cuarenta y ocho horas después, los matarifes taliboinas iban a poner sobre la mesa. Total, y resumiendo, que antes estaba el horno para bollos que para recocerse con preguntas indiscretas. Así que doña Leire, que, a falta de otras prendas que la adornen, le echa un morro inmenso a la existencia, se brindó sin ambages a ejercer de señuelo a fin de que la liebre eléctrica pudiera ganar tiempo. La Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación era pura carnaza con la que distraer las fauces de los perros de prensa mientras en las covachas del poder se ultimaban los tratos con los carniceros.
La figura del «tonto útil» (y de la «tonta útil», que no quede por género) es un elemento imprescindible en la escenografía de la izquierda. Es donde radica gran parte del interés de la función, puesto que el argumento es siempre el mismo, una prueba irrefutable de la ajustada teoría que equipara los tropiezos y las piedras. A la titular de Sanidad le corresponde pues un papel protagonista en un sainete trágico cuya conclusión será la vuelta a los escaños de las pistolas y las capuchas, el paso atrás recurrente frente al terrorismo. A partir de ahí, la renovación de los mecanismos de amenaza, extorsión, chantaje, violencia y muerte en el que acaban todas las negociaciones con los sacamantecas. Con el telón de fondo de las elecciones municipales, a la banda le basta con un vídeo casero para desarticular la democracia y bailar sobre las tumbas de sus víctimas. Y al Gobierno le sobra con seguir dándose mus al tiempo que pasa señas mientras el personal se encuentra entretenido con los disparares que perpetra doña Leire.
Frente al gemido ahogado de las víctimas del terrorismo, Pajín se suelta el pelo y promete pagar los remedios para dejar de fumar y acabar con el bullyng y con el mobbing. Un mal día para dejar de fumar en España. En medio de la tormenta perfecta, Rubalcaba encara la galerna aferrado al timón de un barco que pone la proa hacia el final, pero de la legislatura, no del terrorismo. En un padrenuestro, se cambian los Diez Mandamientos. Del no matarás, a no fumarás por obra y gracia de ese artista del suspense que dirige el coro ministerial.
Lejos de aplicarle la eutanasia a ETA, el Gobierno reserva ese «derecho» a sus víctimas pasadas y futuras, pero como nadie es perfecto, en el batido de la muerte digna, el calificativo es mera retórica, algo así como la ley de dependencia o el ministerio de trabajo. ¿Y qué pinta ahí la Venus del Progreso? Pues llamar la atención, aportar colorido y animar el cotarro de las tertulias mañaneras. Su cometido, créanselo, no tiene precio, Nada que ver con ese tocomocho de la paz a cambio de libertad que montan en la Moncloa cada vez (y ya son unas cuantas) que a los terroristas les da por imitar a Gila sin pagar derechos. ¿Está Rubalcaba? Que se ponga. Y se pone, por supuesto. No a tiro, sino a huevo.
Frente al gemido ahogado de las víctimas del terrorismo, Pajín se suelta el pelo y promete pagar los remedios para dejar de fumar y acabar con el bullyng y con el mobbing. Un mal día para dejar de fumar en España. En medio de la tormenta perfecta, Rubalcaba encara la galerna aferrado al timón de un barco que pone la proa hacia el final, pero de la legislatura, no del terrorismo. En un padrenuestro, se cambian los Diez Mandamientos. Del no matarás, a no fumarás por obra y gracia de ese artista del suspense que dirige el coro ministerial.
Lejos de aplicarle la eutanasia a ETA, el Gobierno reserva ese «derecho» a sus víctimas pasadas y futuras, pero como nadie es perfecto, en el batido de la muerte digna, el calificativo es mera retórica, algo así como la ley de dependencia o el ministerio de trabajo. ¿Y qué pinta ahí la Venus del Progreso? Pues llamar la atención, aportar colorido y animar el cotarro de las tertulias mañaneras. Su cometido, créanselo, no tiene precio, Nada que ver con ese tocomocho de la paz a cambio de libertad que montan en la Moncloa cada vez (y ya son unas cuantas) que a los terroristas les da por imitar a Gila sin pagar derechos. ¿Está Rubalcaba? Que se ponga. Y se pone, por supuesto. No a tiro, sino a huevo.
ABC - Opinión
0 comentarios:
Publicar un comentario