viernes, 21 de enero de 2011

Cascos, llamado a perderse en la polvareda. Por Antonio Casado

En la Convención Nacional del PP, que hoy comienza en Sevilla, con la asistencia de 3.000 dirigentes y cargos institucionales del partido a escala nacional, autonómica y local, también se dedicará un turno a mirar hacia atrás sin ira y con orgullo. Precisamente el video inaugural, que ayer fue presentado por la vicesecretaria de Organización, Ana Mato, recoge imágenes alusivas a las realizaciones del aznarato.

En algunas de esas imágenes aparece Francisco Álvarez Cascos como ministro de Fomento y vicepresidente del Gobierno. De eso iba por aquel entonces. Ahora se trata de un competidor político que acaba de encontrar la carcasa de su incipiente aventura asturianista (Foro Asturias).

«En esas condiciones, era muy lógico que Rajoy no quisiera apadrinar a un líder asturiano que venía a sembrar la discordia, puesto que de antemano rechazaba el entendimiento con la actual dirección asturiana y ni siquiera se molestaba en ocultarlo.»
No será la última vez que circulen imágenes del Cascos de entonces. Lógico. Ocurrirá cada vez que Mariano Rajoy quiera ilustrar su discurso comparativo entre aquellos Gobiernos (1996-2004) y los de Zapatero ¿Una contrariedad en el diseño de la campaña electoral del PP para las autonómicas y municipales de mayo? En absoluto. Si alguien puede salir perjudicado con esas imágenes no es el PP sino el propio ex vicepresidente y ex número dos del partido, porque será como ponerle delante las pruebas de una clamorosa deslealtad.

Sin embargo, él sigue presentándose como la víctima del aparato de Génova (sede central del PP) por la única razón de que Rajoy y Dolores de Cospedal, en nombre de las normas internas creadas en su día por el propio Cascos, se negaron a aceptar sus condiciones. Básicamente una, la de legitimarse en un congreso extraordinario (así se lo pidió personalmente a Rajoy en el mes de agosto) y, acto seguido, usar la guadaña en la depuración del PP asturiano, hasta dejarlo a su medida.

De nada sirvieron las indicaciones del líder nacional para que se entendiera con Ovidio Sánchez, presidente del PP de Asturias, y Gabino de Lorenzo, alcalde y líder local de Oviedo, como paso previo a su designación como candidato a la presidencia de la Comunidad Autónoma. No hubo forma. Él quería ganarse en un congreso extraordinario el derecho a cortar cabezas. Y en esas condiciones, era muy lógico que Rajoy no quisiera apadrinar a un líder asturiano que venía a sembrar la discordia, puesto que de antemano rechazaba el entendimiento con la actual dirección asturiana y ni siquiera se molestaba en ocultarlo.

Ahora ya está haciendo la guerra por su cuenta. Con muchas posibilidades de perderse en la polvareda -la Iglesia siempre se acaba imponiendo sobre la secta-, mientras la magia de las encuestas ha borrado del todo a los ruidosos seguidores del “yo no me resigno”, aquella bandera alzada en la primavera de 2008, después de la segunda derrota de Rajoy en elecciones generales, por Esperanza Aguirre y otros. Ya han decidido querer a don Mariano, al que están viendo venir con la cesta llena.


El Confidencial - Opinión

1 comentarios:

eduardo martinez llosa dijo...

un pequeño detalle para el señor que escribe el articulo, le diria que para opinar y dejar toda una receta, lo minimo que tendria que hacer seria informarse, lo demas no merece comentario, se califica por simismo.
gracias