Parece que el Gobierno no puede negociar aunque quiera. Lo que no quiere decir que no lo intente.
De líder de la paz a sospechoso habitual. Es el recorrido de Zapatero en política antiterrorista. Aunque protagonice un discurso impecable contra ETA como el de ayer en el Senado. Y es que le fallan los hechos y le falla la atmósfera social.
Y una cosa y otra, hechos y atmósfera social, son los que explican el clima de confusión y sospecha en torno a las intenciones del Gobierno con ETA que es dudoso se vea aplacado por el discurso del Senado. Los hechos son Eguiguren y sus contactos con ETA. Los hechos son las múltiples referencias nacionalistas a los contactos entre socialistas y ETA, ¿todas intoxicadoras? Los hechos son los movimientos de Rubalcaba con los presos, incluida la entrevista de Otegi. Los hechos son la insistencia gubernamental en separar Batasuna y ETA, en la línea del propio Otegi. Y los hechos son las creencias de Zapatero sobre la legitimidad y coherencia democrática de la negociación con los terroristas y que ayer mismo reiteró, única incoherencia de su discurso, cuando llamó «proceso de paz» a su anterior negociación.
Y le falla la atmósfera social, que es lo que sobre todo le ha rebajado de líder de la paz a sospechoso habitual. Nada tienen que ver el clima social de 2004 y el de hoy en lo que a ETA respecta. La negociación, que entonces fue vista por una parte de la población como solución a la amenaza, es ahora percibida, sin embargo, como una incomprensible cesión a una banda débil y derrotada. Todo el apoyo mediático-intelectual que tuvo Zapatero en su negociación con ETA ha desaparecido. Ya no queda ninguno de aquellos que habrían dicho de su discurso de ayer que es propio de alguien que no quiere el fin de ETA o que no quiere la paz.
A todo lo que hay que añadir los informes policiales poco esperanzadores. Parece que el Gobierno no puede negociar aunque quiera. Lo que no quiere decir que no lo intente.
Y una cosa y otra, hechos y atmósfera social, son los que explican el clima de confusión y sospecha en torno a las intenciones del Gobierno con ETA que es dudoso se vea aplacado por el discurso del Senado. Los hechos son Eguiguren y sus contactos con ETA. Los hechos son las múltiples referencias nacionalistas a los contactos entre socialistas y ETA, ¿todas intoxicadoras? Los hechos son los movimientos de Rubalcaba con los presos, incluida la entrevista de Otegi. Los hechos son la insistencia gubernamental en separar Batasuna y ETA, en la línea del propio Otegi. Y los hechos son las creencias de Zapatero sobre la legitimidad y coherencia democrática de la negociación con los terroristas y que ayer mismo reiteró, única incoherencia de su discurso, cuando llamó «proceso de paz» a su anterior negociación.
Y le falla la atmósfera social, que es lo que sobre todo le ha rebajado de líder de la paz a sospechoso habitual. Nada tienen que ver el clima social de 2004 y el de hoy en lo que a ETA respecta. La negociación, que entonces fue vista por una parte de la población como solución a la amenaza, es ahora percibida, sin embargo, como una incomprensible cesión a una banda débil y derrotada. Todo el apoyo mediático-intelectual que tuvo Zapatero en su negociación con ETA ha desaparecido. Ya no queda ninguno de aquellos que habrían dicho de su discurso de ayer que es propio de alguien que no quiere el fin de ETA o que no quiere la paz.
A todo lo que hay que añadir los informes policiales poco esperanzadores. Parece que el Gobierno no puede negociar aunque quiera. Lo que no quiere decir que no lo intente.
ABC - Opinión