Nuestra precariedad en la eurozona no es un banderín de enganche para la europeidad.
EL afán de contentar a todos para que le quieran y voten no le conseguirá a Zapatero un suplente de la voluntad política. O se tiene o no. O se actúa o no. De lo contrario, harán la reforma laboral la eurozona y el Fondo Monetario Internacional. Al final lo más claro es la necesidad existencial de ser más productivos y competitivos para remontar bien la crisis. Tanta autocomplacencia perjudica el potencial de innovación, educativo, empresarial, económico. En un reciente análisis sociológico, Víctor Pérez Díaz argumenta que la insuficiencia actual puede ser la oportunidad para un paso adelante que libere creatividad. Un obstáculo es la baja calidad del debate público, por lo que necesitaríamos una esfera pública de calidad. Esa argumentación sugiere reforzar una motivación que arraigue en las virtudes que son necesarias para una sociedad razonable. Habla de un patriotismo moderado frente al espejismo —al mito— de la nación avanzada que ya alcanzó la hiper-modernidad.
Al analizar la cuarta edición de la Encuesta Europea de Valores, Javier Elzo subraya que la confianza social ha empeorado hasta el punto de que siete de cada diez encuestados no consideran que se pueda confiar en la mayoría de la gente. Los datos son de 2008. El índice de desconfianza no habrá mejorado en los dos últimos años, sino más bien al revés. Partíamos, en 2008, de una situación en la que los encuestados preferían un trabajo con contenidos de mayor gozo inmediato, aún a costa de un menor desarrollo profesional. Dos años después, contemplamos un posible horizonte de cinco millones de parados, de destrucción de riqueza y de inseguridad.
Respecto a los partidos políticos, ya entonces —en 2008— avanzaba la falta de confianza. También respecto a los sindicatos, la justicia y las grandes empresas. No calaba la relevancia de la vida política en la vida de las personas. Significativamente, el sentimiento europeísta tampoco calaba. No parece que haya empapado más la sociedad española desde 2008, y nuestra precariedad en la eurozona no es un banderín de enganche para la europeidad, a pesar de los beneficios que ha representado —y representa— para la España la integración europea.
Esas cosas requieren de debates claros, de opinión articulada, de una sociedad con interés por la realidad exterior, y para un debate consecuente, Víctor Pérez Díaz pide que las gentes sensatas hablen de lo que saben y no de lo que ignoran. Eso, ciertamente constituiría una revolución. Es decir: hacer uso de la ecuanimidad, escuchar a los demás, y que uno proteja «a sus propios adversarios como una parte sustancial de su comunidad política», en lugar de «convocar a una cacería humana». Estamos lejos de un objetivo así, preferimos lo blanco o lo negro pero también es cierto que el zapaterismo ha sido un factor de mucho peso para que el debate fuera como es, que a veces parezca tan impropio de «personas cuidadosas con la verdad de las cosas». Lo evidente es que ya no quedan más burbujas para ha
llar un cobijo placentero. Ahora los grandes riesgos son la desconfianza y el retraso.
Respecto a los partidos políticos, ya entonces —en 2008— avanzaba la falta de confianza. También respecto a los sindicatos, la justicia y las grandes empresas. No calaba la relevancia de la vida política en la vida de las personas. Significativamente, el sentimiento europeísta tampoco calaba. No parece que haya empapado más la sociedad española desde 2008, y nuestra precariedad en la eurozona no es un banderín de enganche para la europeidad, a pesar de los beneficios que ha representado —y representa— para la España la integración europea.
Esas cosas requieren de debates claros, de opinión articulada, de una sociedad con interés por la realidad exterior, y para un debate consecuente, Víctor Pérez Díaz pide que las gentes sensatas hablen de lo que saben y no de lo que ignoran. Eso, ciertamente constituiría una revolución. Es decir: hacer uso de la ecuanimidad, escuchar a los demás, y que uno proteja «a sus propios adversarios como una parte sustancial de su comunidad política», en lugar de «convocar a una cacería humana». Estamos lejos de un objetivo así, preferimos lo blanco o lo negro pero también es cierto que el zapaterismo ha sido un factor de mucho peso para que el debate fuera como es, que a veces parezca tan impropio de «personas cuidadosas con la verdad de las cosas». Lo evidente es que ya no quedan más burbujas para ha
llar un cobijo placentero. Ahora los grandes riesgos son la desconfianza y el retraso.
ABC - Opinión