lunes, 5 de abril de 2010

Impuestos a la fuerza. Por Carlos rodríguez Braun

El Estado pretende hacernos creer que nos esquilmará aún más, pero, eso sí, por nuestro bien y a regañadientes, porque se ve forzado a hacerlo, claro que sí.

Vi este titular en Público, aunque aparecieron versiones similares en otros medios también: La recesión fuerza a cinco países de la UE a elevar su IVA. El Estado emplea la coacción sobre los ciudadanos, pero ahora resulta que es él quien la padece.

Nada en la constitución del Estado ha cambiado como para que pensemos que súbitamente se ve obligado a hacer cosas. Retiene toda su capacidad de coacción, si es que no la ha incrementado. Sus súbditos, en cambio, carecemos de ella, y por eso, ante la recesión, nos vemos forzados a reducir gastos. Así nos hemos ajustado los ciudadanos, las familias y las empresas, empezando por las principales víctimas de la crisis: los parados. El Estado no lo hace, porque es el único que puede ante la crisis obligar a los demás a pagar, y así lo han hecho todos, empezando por los socialistas en España. No tiene, por tanto, sentido alegar que la recesión fuerza a las autoridades a apretarnos más las tuercas. Eso más bien parece retórica: el Estado pretende hacernos creer que nos esquilmará aún más, pero, eso sí, por nuestro bien y a regañadientes, porque se ve forzado a hacerlo, claro que sí.


Manuel Saco, también en Público, sostuvo que la aversión a los impuestos estaba justificada antes, porque "era el pueblo, campesinos y artesanos, sobre todo, quien odiaba pagar los impuestos a los reyes, a los señores feudales o a la iglesia, gente toda ella ociosa que tan sólo sabía ganarse el sustento gracias al sudor de los demás". Según don Manuel eso es el pasado, y en el presente las cosas son muy diferentes: "Todos coinciden ahora en que el Estado moderno del bienestar se edifica con impuestos, pero continúa el debate sobre quién, cómo y cuánto debe pagar". En otras palabras, el rechazo a la coacción fiscal no está justificado, y ya no hay debate sobre el hecho mismo de la coacción sino sólo sobre quién ha de padecerla; es una tesis extraña, porque parece que sí hay debate sobre la coacción, como también parece que sí es el pueblo el que sigue pagando impuestos.

Cabe concluir también que según el señor Saco los que ahora recaudan (y recaudan por cierto muchísimo más que lo que recaudaban antaño los reyes, los señores feudales o la Iglesia), los políticos de ahora, ya no son una clase ociosa que tan sólo sabe ganarse el sustento gracias al sudor de los demás. No, no. Ahora los políticos no recurren a la fuerza sobre el dinero ajeno. Ahora son todos ellos personas laboriosas que pretenden ganarse el sustento sólo gracias a su propio sudor, claro que sí.


Libertad Digital - Opinión

Viudas negras y damas de blanco. Por José María Carrascal

Representan dos formas de ejercer la oposición. Las «viudas negras», muchas de ellas viudas de verdad, al haber muerto sus maridos en la lucha que sostienen contra los rusos en Chechenia, están dispuestas a matarse matando en el Metro de Moscú o donde sea, como denuncia de lo que está ocurriendo en su país. Las Damas de Blanco, esposas y familiares de los presos políticos en Cuba, desfilan con flores en la mano por las calles de La Habana, entre insultos de los castristas, para pedir la libertad de los suyos.

Lo curioso es que la protesta pacífica está resultando más eficaz que la violenta, que las Damas de Blanco están consiguiendo bastante más que las Viudas Negras, cuyas acciones terroristas provocan la repulsa en la mayoría de los países, hartos de cuerpos destrozados, de regueros de sangre y de víctimas inocentes.

Y mientras el Gobierno cubano empieza a estar contra las cuerdas por estos desfiles pacíficos de las Damas de Blanco, con el fondo trágico de los cada vez más numerosos opositores en huelga de hambre, el Gobierno ruso se cree autorizado a redoblar la represión en la zona del Caucaso, sin que oiga del extranjero más que débiles protestas. La violencia de las Viudas Negras se vuelve contra su causa, mientras esos huelguistas exhaustos, con sus mujeres por las calles de La Habana con una flor en la mano, han desgastado más a los Castro que todo lo que ha invertido el Gobierno norteamericano para desprestigiarles, que lo que hizo la CIA para asesinar a Fidel y los cubanos en el exilio, para derribar su régimen, incluido el desembarco en playa Girón. Para que luego digan que sólo triunfa la fuerza.


No sabemos cómo evolucionará la crisis chechena, entre otras cosas por desconocer casi todo de ella. Lo de la cubana, en cambio, lo ven incluso quienes no lo veían: ese régimen está podrido en su raíz, no dando ya más de sí. Se ha convertido en una inmensa cárcel para sus súbditos y en un callejón sin salida para sus dirigentes. Le está fallando hasta esa izquierda más o menos divina que antes le aplaudía. Sus grandes «logros», la educación, la sanidad, la igualdad, se estrellan contra su carácter monolítico, que le impide avanzar, y la terca negativa de sus mandos a introducir el menor cambio. ¿De qué sirve a los licenciados cubanos sus títulos si luego no pueden aplicarlos en una economía totalmente improductiva? ¿De qué sirve un sistema sanitario si faltan las medicinas? ¿Quién puede hablar de igualdad, con la elite del partido en un plano inalcanzable para el resto de los ciudadanos? Esto es lo que emerge tras la fachada de de un régimen que había sido puesto como modelo por la izquierda de todo el mundo, aunque eran pocos los izquierdistas que se habían ido a vivir allí. Y es lo que están derribando, con flores, no con bombas, esas Damas de Blanco.

ABC - Opinión

La toma de la Catedral. Por César Vidal

Podría dedicar la columna de hoy a comentarles mis impresiones del último viaje realizado a Estados Unidos en esta Semana Santa. Dejémoslo por ahora. Si resumo la impresión que tienen de su Gobierno, de los nacionalismos –en especial el catalán– y, ¡ay!, de España en general podría romper a llorar y lo peor es que les aguaría el primer día –nada fácil por definición– de regreso al trabajo. Me voy a detener en otro episodio que, mucho lo temo, es sólo un antecedente de lo que nos puede venir en los próximos años si ZP continúa con su política de nada oculta complacencia hacia los musulmanes. Esta Semana Santa, procurando hacer todo el ruido posible, un comando islámico decidió asaltar la Catedral de Córdoba. Subrayo lo de Catedral porque en los medios existe la costumbre de denominar al recinto mezquita y no lo es.

Sí lo fue durante siglos cuando sobre los cimientos de una iglesia cristiana arrasada por la tolerancia proverbial del Islam se fue alzando una mezquita. En otro gesto de lo que fue la dulce libertad de Al-Andalus, Almanzor llegó a traerse las campanas de Santiago de Compostela a las espaldas de los prisioneros cristianos para ornamentar con ellas Córdoba. Auténtico héroe del Islam, Almanzor dejó también reducida a pavesas la ciudad de Barcelona, aunque ignoro si es ése el Islam a la catalana al que se refirió Carod-Rovira. Al fin y a la postre, la pesadilla de la invasión islámica de España concluyó tras casi ocho siglos de lucha de liberación nacional. Previamente, Fernando III el santo había devuelto la pelota a los musulmanes obligando a prisioneros cordobeses a llevar las campanas de vuelta hasta Santiago de Compostela, un acto de justicia histórica como se conocen pocos. Por añadidura, la antigua iglesia cristiana fue restaurada a su culto original, que había usurpado el Islam durante siglos. En un gesto de generosidad estética verdaderamente notable, se mantuvieron los pasillos de arcos bicolores levantados por los emires. De esa manera, sobrevivió buena parte de la antigua mezquita de Córdoba, igual que la Alhambra de Granada. O sea, llegaron hasta nosotros porque los conquistados no fueron musulmanes como los que, dicho sea de paso, destruyeron el palacio de Medina Azahara de Abderramán III por considerarlo demasiado impío. Al final, se cerraba un ciclo histórico y lo hacía de tal manera que España no se convertía en una nación como Marruecos, Túnez o Argelia. Pero hete aquí que ZP ha decidido asumir todos los mitos políticamente correctos e históricamente falsos sobre el Al-Andalus pacífico y tolerante, y esto tiene consecuencias como las de que un comando decida ocupar la Catedral de Córdoba alegando que fue mezquita. Algún día señalaré cuáles son las raíces ideológicas de la Alianza de Civilizaciones, que son previas a la dictadura islámica de Irán y que fueron trazadas con plomada y compás. Será en otra ocasión. De momento, me limito a señalar que cuando una parte de Europa, lógica y tardíamente alarmada, ha decidido prohibir el burka, ZP sigue haciendo guiños a los musulmanes. En el momento menos pensado ocuparán la Catedral y entonces, por eso de que desde el s. VIII no ha existido invasión de España por el Islam que previamente no haya disfrutado del apoyo de traidores para su triunfo, quizá el gobierno de ZP, en lugar de recurrir a la fuerza pública para expulsarlos, intentará llegar a un acuerdo. Y si no, al tiempo.

La Razón - Opinión

Otra vez Estella

El Gobierno no debería vacilar a la hora de impedir que ETA vuelva a las instituciones, tampoco si son el PNV y EA quienes se prestan a ayudarla. Cuestión distinta es que el PSOE no haya desechado definitivamente su ansia por negociar con ETA.

Una parte muy importante de los políticos nacionales, especialmente de izquierdas pero no sólo de izquierdas, llevan 30 años distinguiendo entre un nacionalismo vasco supuestamente moderado con perfecto encaje dentro de nuestro sistema constitucional y otro radical y ultramontano que sería, según este razonamiento, el origen del problema terrorista.

En realidad, la distinción tenía bastante de artificial porque ambas clases de nacionalismo se han realimentado y auxiliado históricamente entre sí. Ambos eran conscientes de estar representando un rol para el que necesitaban al otro: el palo y la zanahoria o, como ya ilustrara Arzalluz, los sacudidores del árbol y los recolectores de nueces.


Difícilmente podía tildarse de moderado a aquella parte del nacionalismo que si bien condenaba los métodos etarras, empleaba el drama del terrorismo como argumento negociador en aras de lograr unos fines que eran comunes a los terroristas y que inspiraban precisamente sus acciones. Sólo políticos interesados en gobernar con el apoyo y los votos del nacionalismo –en el Gobierno central y en los autonómicos– podían seguir tan ciegos como para negar la evidencia.

Pero, desde luego, cualquier duda sobre la estrecha comunicación que existía entre estos dos vasos del nacionalismo vasco debería haberse despejado con el Pacto de Estella, por el que el PNV pasaba a legitimar al llamado "brazo político" de ETA (que como sabemos no era y no es más que otro de los instrumentos que emplea la banda para desarrollar su labor criminal) y a considerar las instituciones y la democracia española obstáculos a derruir en su camino común hacia la independencia.

Desde entonces, la ofensiva política y judicial contra ETA se redobló hasta conseguir desenmascarar e ilegalizar a Batasuna, lo que supuso un durísimo golpe para la banda del que sólo sería capaz de reponerse gracias al aliento político que le ofrecería Zapatero con su nefasta fase de negociación.

Hoy los terroristas vuelven a estar acorralados policial, judicial y políticamente. Incluso Francia les ha declarado abiertamente la guerra. El único resquicio de esperanza del que se pueden alimentar hoy proviene de la expectativa de volver a negociar con el Gobierno –expectativa alimentada por el discurso ambiguo que han mantenido destacados miembros del Ejecutivo y, sobre todo, por su negativa de disolver los ayuntamientos con presencia de Batasuna y a revocar la disposición parlamentaria que les autoriza a negociar– o de que puedan regresar a las instituciones vascas mediante una agrupación pantalla o como parte de un bloque nacionalista más amplio.

La celebración ayer del Aberri Eguna sirvió para constatar no sólo que la distinción entre nacionalismo moderado y radical sigue teniendo hoy tan poco sentido como cuando se recogían con orgullo las nueces que habían lanzado los chicos de la gasolina o cuando se ratificó a tres partes el Pacto de Estella, sino también que los nacionalistas están dispuestos a prestar sus siglas para dar cobijo a Batasuna.

El Gobierno no debería vacilar a la hora de impedir que ETA vuelva a las instituciones por las más variadas estratagemas. Tampoco si son el PNV y EA quienes se prestan a facilitar su regreso. Cuestión distinta es que el PSOE no haya desechado definitivamente su ansia por negociar con ETA y por gobernar en Vitoria o en Madrid con el apoyo del nacionalismo. En cuyo caso, todos estarán ahora mismo representando su papel y ETA volverá a estar presente en los ayuntamientos.


Libertad Digital - Editorial

Estrategias nacionalistas

EL Partido Nacionalista Vasco celebró ayer el «Aberri Eguna» -o «día de la patria»- con un llamamiento a la unidad de los nacionalistas, sobreentendiendo que el liderazgo de este frente abertzale le correspondería sin discusión.

No faltaron tampoco ataques al Gobierno de Patxi López y al apoyo que recibe del Partido Popular, etiquetados uno y otro como meras sucursales de Zapatero y Rajoy. Pese a una aparente moderación de formas, el discurso del presidente del PNV, Iñigo Urkullu, se mantuvo en la línea de deslegitimar la alternativa constitucional formada por socialistas y populares vascos, como si fuera un mero accidente histórico. Mientras el PNV no asuma la pluralidad vasca seguirá siendo una formación anclada en el sectarismo de Sabino Arana y un factor de perturbación de la democracia.

Sin embargo, los destinatarios principales del discurso de Urkullu fueron las diversas familias nacionalistas, a cuya fragmentación culpa de la derrota electoral en las últimas elecciones autonómicas. Por eso, la apuesta del PNV es volver a un coalición como la de Estella, con las actualizaciones oportunas, pero que no discuta su liderazgo, porque éste es el motivo principal de los enfrentamientos entre PNV y ETA, no el terrorismo, sino la competencia que se hacen el uno al otro para encabezar el siempre frustrado frente abertzale. La posibilidad de una coalición electoral entre Eusko Alkartasuna y el entramado batasuno -escenificado ayer en una marcha conjunta de Irún a Hendaya- preocupa al PNV no por razones éticas, sino puramente tácticas, en relación con su objetivo principal: recuperar la hegemonía perdida.

También ETA aprovechó la jornada para lanzar su propio mensaje, en el que culpa a la Policía francesa de haber provocado el tiroteo en el que murió el agente Jean-Serge Nérin, versión desmentida por las autoridades galas y que demuestra la falta de escrúpulos de los etarras para justificar lo injustificable. Por eso, ETA se reafirma en la violencia, legitimándola como «respuesta armada», y la adereza con guiños a las gestiones de los mediadores internacionales que han pululado por los medios en las últimas semanas, propalando las mismas patrañas sobre el fin dialogado de la violencia que precedieron a la tregua de 2006, pactada con el Gobierno socialista. No sería extraño que ETA concrete, antes de las elecciones municipales y forales de 2011, una nueva estrategia de engaño. El Gobierno y el PSOE ya están avisados de que aceptar más treguas sería, más que un error, una vileza.


ABC - Editorial