jueves, 30 de diciembre de 2010

A un año de economía le sigue otro catalán. Por Fernando Fernández

El referéndum andaluz acabó con el hecho diferencial, conviene recordarlo ahora que muchos quieren resucitarlo.

SE nos va el año 2010 pero no se lleva la crisis económica, a pesar del optimismo gubernamental. La economía ha dominado este año, pero el que viene será el de la política, catalana por más señas. La crisis se ha llevado por delante al presidente de Gobierno, un cadáver político a la espera solo del mejor momento para anunciar su entierro formal, y probablemente también al Partido Socialista, que no supo desmarcarse y corregirle a tiempo. La distancia en la encuestas se antoja insalvable y Rubalcaba parece condenado, como Calvo Sotelo, a desempeñarse con dignidad y espléndida soledad mientras el partido se desangra y avanza hacia una estrepitosa derrota. Depende del discurrir económico, pero también y mucho de la voluntad de terceros, que en España son siempre los nacionalistas catalanes y vascos. De ellos depende el final de la legislatura y el comienzo de una recuperación económica impensable sin el shockde confianza de un cambio de gobierno.

El año que viene va a estar dominado por la cuestión catalana. Así lo han querido el calendario, la aritmética electoral y la voluntad de Zapatero. El concierto económico, o su equivalente pecuniario, es un imposible metafísico, por mucho que su gestión le haya sido encargada a un gran economista español. Lo es porque parte de un hecho político inexistente, la singularidad catalana. Y lo es también porque los números no cuadran ni pueden cuadrar sin cambiar el modelo de Estado. El referéndum andaluz acabó definitivamente con el hecho diferencial, conviene recordarlo ahora que muchos quieren resucitarlo. Los políticos de la Transición quisieron instaurar un sistema autonómico de dos niveles, pero el pueblo llano se rebeló y consiguió imponer su voluntad. Desde entonces Cataluña es una Comunidad más. Lo que consigue se extiende a otros como mancha de aceite. Esa es la causa última de su desencanto.

Puede ser una verdad muy incómoda para los que gustan de los derechos históricos, pero es un triunfo democrático irrenunciable para los que creemos en la Revolución Francesa y en una nación de ciudadanos libres e iguales ante la ley. Artur Mas puede pretender ignorarlo y aprovechar al máximo la debilidad de Zapatero para arrancar un nuevo pacto económico. No creo que el PSOE le deje ya al presidente, porque sería su acta de defunción como partido, pero incluso si así fuera sería flor de un día. Lo que tardaran Madrid o Valencia en exigir el mismo tratamiento y entonces, en frase afortunada de Solbes, veríamos que el sudoku no cuadra. CiU puede también ser más inteligente y aprovechar la necesidad de Rajoy de llegar al poder para forzarle la mano y arrancarle ese pacto económico. Es posible, no digo que no, pero las consecuencias serían fatales para un Partido Popular que es y seguirá siendo mayoritario en Madrid y Comunidad Valenciana. Tendría que generalizarlo inmediatamente a esas Comunidades si no quiere perder sus caladeros de votos. Empujado por esa dinámica confederal, su política sería difícil de distinguir de la de Zapatero, y provocaría la misma incertidumbre económica. Claro que Rajoy tendría otra posibilidad, cerrar definitivamente el Estado Autonómico en un pacto con los socialistas, que, empujados a la oposición, entre otras cosas, por sus delirios nacionalistas, podrían recuperar la cordura. El tiempo dirá, pero que nadie se haga ilusiones, Cataluña tendrá que seguir conllevándose ella misma y con el resto de España con una mezcla más inteligente de cariño y firmeza. Europa no está para muchas aventuras independistas cuando más del 50 por ciento de los alemanes querrían volver al marco.


ABC - Opinión

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