viernes, 31 de diciembre de 2010

Soluciones definitivas. Por M. Martín Ferrand

Terminamos un año difícil que es el prólogo de otro más difícil y, aún así, anda el Gobierno con filigranas embusteras.

TOMÁNDOLE prestada la ironía a Jules Renard, el antecedente francés de Ramón Gómez de la Serna, habría que apuntarle al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero la conveniencia de que, alguna vez, diga la verdad. Así serían más verosímiles sus acostumbradas mentiras que suelen llevar, sobre la vergüenza de lo que no es cierto, el ridículo a que acostumbran sus portavoces. Terminamos un año difícil que, para nuestra desgracia, es el prólogo de otro más difícil y, aún así, anda el Gobierno con filigranas embusteras y, lo que es más grave y definitivo, sin atreverse a coger al toro por los cuernos y enfrentarse a los problemas sin más interés que el de solucionarlos. La obsesión electoral es la más grave y dañina de las corrupciones de un Gobierno.

Lo vemos claro en la última decisión impopular del zapaterismo activo, lo que se llama con mal nombre «el recibo de la luz». Lejos de encararse con el problema y de tratar de arreglarlo de un modo eficaz, lo que cabe esperar de un Gobierno, se andan con paños calientes, sin poner fin a una subvención al carbón nacional que no tiene más razón que el miedo a los sindicatos, sin zanjar las subvenciones innecesarias a la energía eólica y las, más que innecesarias, dolosas a la fotovoltaica. En suma, sin poner en el orden de la razón el desequilibrio en el que nos hemos instalado después de privatizar unas empresas sin liberalizar su marco y comercialización.


Puede decirse en descargo de Zapatero que el mal no es nuevo y que viene de lejos; pero, después de siete años de responsabilidad gubernamental, no es de recibo —aunque a él vaya a parar— que un ministro que ya desertó como jefe de la oposición en el Ayuntamiento de Madrid y que —viene al caso— me debe una bombilla nos esconda un problema fundamental detrás de un chascarrillo, el del precio de un café, propio de un monologuista de tercera, ínfimo en la creación, escaso en el escenario y sin más público que el de sus íntimos y allegados.

El gran propósito político para 2011, gane quien gane en mayo o pueda ganar en 2012, debiera ser ir cerrando problemas con soluciones definitivas y sólidas. En ello deben colaborar, en su justa medida, los partidos de la oposición porque no tiene sentido que, desde que Francisco Franco inaugurara su primer pantano, sigamos hablando de la electricidad, sus usos, diversas aplicaciones y posibilidades y trucos tarifarios con los que suministrarla a los consumidores. Un problema resuelto es un futuro garantizado, aunque clamen en la calle quienes no quieren pagar el verdadero precio de las cosas y los servicios: los adoradores de la subvención.


ABC - Opinión

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