viernes, 3 de diciembre de 2010

Ni en la FIFA. Por José María Carrascal

Creyó que en un año, dos lo máximo, los demás estarían recuperados y tirarían de nosotros.

¿Es también antipatriótico decir que a Zapatero no le creen ya ni en la FIFA? Desde luego, su presencia en Zúrich no ha ayudado a la candidatura Ibérica al Mundial de Fútbol 2018, pese a contar con los mejores avales. Tal vez aquellos delegados pensaron que un hombre que había cancelado su asistencia a la próxima Cumbre Iberoamericana «para dedicarse de lleno a la recuperación económica de su país» y se presenta allí ofreciendo un panorama triunfalista no era muy de fiar. ¿Era ese Mundial su último remedio contra la crisis? No nos extrañaría lo más mínimo, después de los volantazos, contradicciones, rectificaciones, incoherencias que viene dando, y que igual asegura «categóricamente» que no se necesitan más medidas de ajuste como sale pocos días más tarde con una nueva sarta de recortes claramente conservadores, hasta el punto de que, de seguir por ese camino, no va a hacer falta que el PP gane las próximas elecciones. Zapatero habrá puesto en práctica todo su programa. Y todavía tiene la cara de acusar a Rajoy de seguir los pasos de Cameron. Cuando quien está siguiendo los pasos de Cameron es él, eso sí, jadeando, como cuando hicieron jogging juntos en Seul.

Lo malo, sin embargo, no es eso, que adopte las medidas que le recomiendan e incluso obligan para salir de la crisis. Nunca es tarde para rectificar. Lo malo es que lo hace tarde, a medias y de mala gana, de modo que sus medidas pierden la mayor parte de su eficacia, como la han perdido las anunciadas el pasado junio y todo apunta pasará con éstas si no aborda una reestructuración total de nuestro tejido productivo.

El problema de Zapatero es que ha perdido hasta la última gota de confianza que podía tener, y sin confianza no hay crédito, económico y político, por lo que cuanto haga, incluso yendo en el buen camino, no surte efecto o es tan corto que al poco tiempo vuelven los problemas acentuados. A estas alturas, no le cree la derecha ni la izquierda, dentro de España ni en el extranjero, los que rechazan sus propuestas ni los que le prestan sus votos a cambio de pingües beneficios y, como acabamos de ver, ni en la FIFA. Es algo que empieza a calar en el propio PSOE, tras haber sufrido dos serias derrotas en Galicia y Cataluña y gobernar en el País Vasco sólo gracias al apoyo del PP. Quien lo fiaba todo a su buena estrella, empieza a ser un cenizo. Ha llegado al final de sus fuerzas, malabarismos y opciones. Nunca creyó que la crisis iba a ser tan larga, destructiva ni profunda. Creyó que en un año, dos lo máximo, los demás estarían recuperados y tirarían de nosotros. Pero resulta que entramos en el tercer año de calvario y seguimos donde estábamos, sólo que peor, pues los demás no se han recuperado y los que lo han hecho a medias no están dispuestos a ayudar a nadie, mientras no hagan las reformas que ellos han hecho. Así que ahí le tenemos, subastando su programa al mejor postor, obedeciendo las órdenes que le dan, sin palabras ni ideas, viendo hacerse realidad el proverbio americano «puedes engañar a uno una vez, pero no a todos siempre.»

Como las desgracias nunca vienen solas, le cae encima, tras lo del Sahara, la filtración de WikiLeaks, que deja al descubierto la cooperación que su gobierno y su fiscalía prestaron a los norteamericanos en actividades poco honorables. ¡Ellos, que se habían hartado de insultar a Aznar por rendirse a Washington! Al menos Aznar pudo poner sus botas sobre la mesa del rancho de Bush, mientras Zapatero sólo ha conseguido cruzar algunas palabras con Obama, tras perseguirle, como el chico a la chica, allí donde han coincidido. Alguien hablará de «justicia poética». Yo me contento con recordar al geniecillo irónico que, según Hegel, maneja los entresijos de la historia.


ABC - Opinión

0 comentarios: