viernes, 17 de diciembre de 2010

Incoherencias. Por Ignacio Camacho

Milagro de la Navidad: los nacionalistas santifican la presencia en sus aeropuertos de las «fuerzas de ocupación».

DA gusto ver a esos nacionalistas del PNV votar como un solo hombre el estado de alarma que permite al Ejército tomar el control de la torre de ídem del aeropuerto de Sondika-Loiu, esa especie de halcón curvo que parece vigilar el simbólico vuelo de la enorme paloma de hormigón diseñada en mitad de un verde valle por Santiago Calatrava. Por esas cosas de la política, la compraventa de favores y tal, los aguerridos abertzales que llevan treinta años cuestionando la presencia militar en Euskadi han inclinado su orgullosa cerviz para autorizar que un puñado de uniformes vigile el ordenado tránsito navideño de los vascos y las vascas, que decía el profesor Ibarretxe. Estos altivos representantes de la soberanía euskaldun son los que no hace mucho organizaron un aquelarre de desagravio porque unos soldados clavaron la bandera española en lo alto del monte Gorbea; allá subieron después los jeltzalesa conjurar el sacrilegio en una procesión de cánticos e ikurriñas, que sólo les faltó llevar con ellos un exorcista. Y ahora, miren por dónde, los que consideran a las Fuerzas Armadas una espuria tropa de ocupación les tienden la alfombra para que cuiden de que los ciudadanos presuntamente ocupados puedan recibir sin sobresaltos a los familiares que, como el turrón, vuelven a casa por Navidad, y amparan su salvífica presencia con un manto de aprobación legislativa para que no se resfríen.

Pero no ha sido esta paulina conversión militarista la única incoherencia del carnaval en que se ha convertido la crisis de los controladores. El Partido Popular, después de pasarse una semana tronando —con razón jurídica y moral—contra el aberrante estado de alarma preventiva, optó por ponerse de perfil según el acreditado estilo gallego de su líder. Ni sí ni no sino todo lo contrario. Mirada al tendido y a silbar, no vaya a ser que se arme otro lío y les salpique la cólera ciudadana. Con dieciocho puntos de ventaja en los sondeos tiene cierta lógica que la prioridad de Rajoy consista en no cometer errores y dejar que el Ejecutivo se equivoque solo como acostumbra, pero alguna vez el hombre que aspira a ser presidente tendrá que dar su opinión más allá del eclecticismo. Lo criticable del caso no es la abstención en sí misma, que viene a expresar una sensata desconfianza simultánea en las dos partes del conflicto, sino la contradicción entre el énfasis previo en la crítica y el lavado de manos final ante una medida de excepción abusiva.

Con tan extraña confluencia de paradojas políticas, los españoles viviremos en estado de alarma —motivos tenemos, pero son otros— hasta el 15 de enero. Es lo que quería el Gobierno, forzado por su propia incompetencia a echarse en manos de la milicia. Sólo que la democracia es un régimen civil en el que el recurso al Ejército siempre constituye un fracaso de la política.


ABC - Opinión

0 comentarios: