sábado, 18 de diciembre de 2010

Europa se cura en salud

Mientras Zapatero recibe al fin en Bruselas un elogio de Merkel, su propio partido lo tiene en la picota debatiendo ya sobre su sucesión.

LOS presidentes y jefes de Gobierno europeos han acordado una simbólica reforma del tratado de Lisboa para dar sustento legal al mecanismo de rescate de las economías de la zona euro que pudieran estar en dificultades. A pesar de los innegables malabares jurídicos que implica esta reforma, se trata de una decisión inevitable a la vista de las dimensiones de la crisis financiera y que sirve sobre todo para expresar de la forma más evidente posible la determinación de todos los socios de la UE para defender la existencia de la moneda única. Sin embargo, la decisión no incluye solamente esa garantía de protección frente a las dificultades financieras, sino sobre todo el compromiso claro y formal de que todas las economías deben converger hacia un mismo marco de equilibrio y solvencia de las finanzas públicas, sin lo cual no habría protección posible para el euro. Por ello, la conclusión que ha sacado el presidente del Gobierno de este Consejo Europeo es engañosa: cuando Alemania exige que todos los países —sobre todo aquellos en dificultades—emprendan el camino de las reformas y del rigor presupuestario, no se trata de apoyar las aspiraciones de Rodríguez Zapatero de una mayor convergencia del gobierno económico europeo en general, sino que está imponiendo a la economía española el rumbo que él se había negado a emprender.

De hecho, lo que se ha aprobado en Bruselas se puede describir perfectamente como el compromiso de intervenir las economías que se resisten a entrar en los límites de la buena gobernanza, precisamente para no tener que emplear el mecanismo de rescate financiero o alejar todo lo posible el horizonte de su aplicación. Se comprende que Zapatero se sintiera ayer más cómodo en su puesto del Consejo Europeo que estos días en el Congreso de los Diputados y en una España en estado de alarma. De hecho, en Bruselas ha recibido los primeros elogios de Angela Merkel, mientras que en Madrid su propio partido lo tiene en la picota debatiendo sobre su sucesión. Sin embargo, una cosa es mostrarse feliz en Bruselas y otra muy diferente es que sus tesis sean realmente tenidas en cuenta a la vista de la situación de la economía española. Ya se sabe de qué habló Zapatero el jueves con Merkel: de la cumbre hispano-alemana del 3 de febrero. Tampoco es difícil imaginar para qué viajará la canciller alemana a Madrid: a supervisar la puesta en orden de la economía española.

ABC - Editorial

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