domingo, 5 de diciembre de 2010

Estado de alarma y algo más. Por M. Martín Ferrand

Una vez aplaudido el gesto, cabe preguntarse: ¿está Zapatero en condiciones políticas y personales para su cargo?

TAN acostumbrados estamos a que el desorden y el caos, el incumplimiento de la ley, no sean causa suficiente para producir el efecto de una severa reacción gubernamental, que la decisión del Gobierno de decretar el «estado de alarma» ante los desmanes de los controladores aéreos ha merecido, al instante, la aprobación ciudadana y de las fuerzas políticas en presencia. Una vez aplaudido el gesto, por lo que tiene de sorprendente en un Gobierno acomplejado y consentidor, cabe preguntarse: ¿está José Luis Rodríguez Zapatero en condiciones políticas y personales para ejercer la responsabilidad de su cargo? Escaso de respaldos parlamentarios que no sean «de pago», contestado en el seno del PSOE, desanimado por la quiebra del buenismo y perdido en delirios revanchistas y de grandeza, el presidente navega por las aguas procelosas que van, en lo exterior, desde las intolerables amenazas de Marruecos a su inasistencia a la Cumbre Iberoamericana y, en lo interior, desde una crisis económica con riesgo de «rescate» por parte de las UE y, pasando por el temario que apunta Wikileaks, a la sedición fáctica de los controladores aéreos. Zapatero es un náufrago en ese océano y los notables del PSOE, los que le sostienen en el cargo, debieran ser los primeros, por autoridad y proximidad, en dilucidar si los acontecimientos han desbordado a su líder o si no cabe hacer más para atajar los problemas que se van presentando.

En la rebelión de los controladores, un caso flagrante de desacato al ordenamiento vigente, hay que decir, y no en su descargo, sino como acusación al ministro de Fomento, que el problema no es nuevo y que viene arrastrándose con parches y disimulos desde hace varias legislaturas. Especialmente desde que José Blanco nos vendió la burra de su eficacia al resolver (aparentemente) el último conato de motín por parte de tan bien retribuidos como mal orientados empleado públicos. En la crisis presente, en la que la ineficacia de Fomento ha requerido la intervención del Ejército, sería razonable la dimisión del titular de la cartera que, instalado en la astucia del ya veremos, da manotazos totalitarios para reparar unos daños a los que su departamento no es ajeno.

En ese inquietante barullo no se debe pasar por alto que el líder de la oposición, víctima en Lanzarote del desbarajuste aéreo, limitara su reacción a la de un viajero contrariado. En esa circunstancia y en su posición no basta con señalar la responsabilidad del Gobierno. Cabe exigir un plus de discurso y un apunte de solución que le jerarquice y sirva de pedestal en su propósito gobernante.


ABC - Opinión

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