martes, 7 de diciembre de 2010

El caos del tráfico aéreo y sus autores intelectuales. Por Antonio Casado

Los representantes sindicales de los controladores aéreos tratan de lavarse las manos respecto al incalificable daño inferido a España y a lo españoles como consecuencia de su huelga salvaje con toma de rehenes. Ahora piden disculpas por internet. “Queremos pedir perdón a todos los usuarios afectados por el paro... Fue una decisión extrema y desmedida… Entendemos que algunos de vosotros hayáis vertido vuestra opinión en forma de insultos y amenazas”, dice USCA a través de las redes sociales.
«Conscientes de la que se les venía encima con el estado de alarma, dichos representantes sindicales se atribuyeron el mérito de apaciguar a sus compañeros y convencerles de volver a las torres.»
El detalle tiene relevancia. Puede tenerla frente a un juez si, como asegura el ministro Blanco, más de uno acaba en los tribunales. Sería un atenuante. Por eso cuando los controladores volvieron a sus puestos de trabajo a primera hora de la tarde del sábado, ya conscientes de la que se les venía encima con el estado de alarma recién parido en el Consejo de Ministros, dichos representantes sindicales se atribuyeron el mérito de apaciguar a sus compañeros y convencerles de volver a las torres.

Eso no casa con su actuación previa. Tenían calculado el caos como palanca de sus reivindicaciones laborales y profesionales. ¿O alguien se cree que los inesperados y masivos abandonos del puesto de trabajo a las 17.00 horas del viernes se producen espontáneamente? Por si les interesa a ustedes, los dirigentes del sindicato de controladores (USCA) ya tenían contratada una sala en el hotel Auditórium de Barajas mucho antes de comenzar los paros. Y los paros, o abandonos, ya habían comenzado (Santiago de Compostela) antes de que el Gobierno aprobase el decreto sobre horas “operativas” y abandono del puesto de trabajo con certificado médico, entre otras cosas.

Desde el hotel donde tenían su gabinete de crisis los dirigentes sindicales salieron aquel mismo viernes por la tarde al encuentro del representante legal de AENA para comunicarle que si se aceptaban sus propuestas para renovar el convenio se acababa el problema. El representante empresarial, conectado con el ministro de Fomento, les hizo saber que no daría un paso bajo la presión creada por el caos ya reinante en Barajas, Barcelona, Palma y otros aeropuertos. Y que, en todo caso, la vuelta a los puestos en el próximo turno (primera hora de la noche del viernes) sería la primera condición para volver a negociar. La respuesta, como es sabido, fue el portazo de USCA, mientras en Moncloa se barajaba ya la militarización de las torres como medida de emergencia por razones de interés general.

Y llegó la militarización. Entonces los representantes sindicales son convocados en torno a las 22.00 horas del viernes por el secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez, quien les informa de que pasan a depender de este Ministerio. Y de las graves consecuencias que los supuestos de desobediencia pueden acarrear a los controladores. Su propio asesor jurídico, que les acompañó en este encuentro, ratificó las explicaciones de Méndez. Y en ese momento, visiblemente descolocados, perdieron los nervios y los modales.

Fue el principio del fin del caos. Quedaba militarizado el servicio. El segundo paso llegó al día siguiente, sábado. Estado de alarma. Quedaban militarizados los controladores. Tras la consiguiente reprogramación de vuelos por parte de las compañías, que llevó su tiempo, el domingo quedaba totalmente normalizada la prestación de un servicio público esencial. Era de lo que se trataba para garantizar ese servicio -el transporte aéreo- y la libre circulación de los ciudadanos ¿O no?


El Confidencial - Opinión

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