martes, 2 de noviembre de 2010

Nada que negociar

Luchar contra el terror tiene unos costes: no ceder a los chantajes y emplazar a las sociedades occidentales a entender determinados sacrificios.

AL Qaida ha agravado su protagonismo terrorista en los últimos días, tras el envío de explosivos por avión a sinagogas de Estados Unidos y la matanza perpetrada el domingo en una iglesia católica de Bagdad, donde fueron asesinadas más de cincuenta personas. Al margen de que estos atentados apuntan a una campaña contra las confesiones judía y católica —como elementos identificadores del Occidente al que quiere combatir Al Qaida—, demuestran que el terrorismo islamista sigue siendo una amenaza global, inmediata y cierta para las democracias occidentales. Por eso es un error creer que determinadas políticas de apaciguamiento confieren algún tipo de inmunidad. Nada menos hostil en Bagdad que un grupo de fieles católicos indefensos que asisten a misa un domingo. A esta amenaza global debe seguirle una respuesta global. Este planteamiento es tópico pero necesario, porque sigue sin cuajar, no solo en cuestiones de carácter militar, como la guerra de Afganistán, sino también en episodios concretos, como los secuestros de occidentales. Y en este terreno el Gobierno español se ha dejado jirones de confianza ante sus aliados. Así lo demuestran los documentos a los que ha tenido acceso ABC, relativos a un encuentro convocado por el Departamento de Estado de EE.UU. a principios de septiembre pasado, que reunió a representantes de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido y España para tratar situaciones de crisis con rehenes. Una de las principales conclusiones fue la necesidad de no ceder a los chantajes, porque el éxito del secuestro fortalece a Al Qaida. Fue un aviso al Gobierno español, que días antes había facilitado la liberación de los cooperantes Albert Vilalta y Roque Pascual, a cambio de dinero y la excarcelación por Mauritania del terrorista Omar Saharahui. EE.UU. y Argelia protestaron por la cesión a Al Qaida, interpretada como una quiebra de los compromisos internacionales contra el terrorismo. En julio, Al Qaida asesinó al rehén francés Michael Germaneau, después de una fallida operación de rescate ejecutada por tropas francesas y mauritanas.

Es cierto que otros países han negociado con terroristas, pero la experiencia ha sido nefasta; ha permitido a los secuestradores avanzar en financiación, logística y reclutamiento. La lucha contra el terror tiene unos costes que deben ser asumidos por los gobiernos. Uno, no ceder a los chantajes. Otro, emplazar a las sociedades occidentales a que comprendan determinados sacrificios.


ABC - Opinión

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