martes, 2 de noviembre de 2010

La oficina siniestra. Por M. Martín Ferrand

La realidad circundante, ¿es espontánea? ¿O se corresponde con un guión trazado por los estrategas de Ferraz?

EN el proceloso océano de las intrigas socialistas el rumor, incluso con avales demoscópicos, construye la realidad. No la anticipa o predispone. Los propagandistas del puño y la rosa, grandes maestros del oficio, saben que la opinión pública necesita un mínimo de temperatura, de caldeo, para resultar permeable a nuevas propuestas. En ese sentido llama la atención que, desde la consagración de Alfredo Pérez Rubalcaba como lugarteniente y posible sucesor de José Luis Rodríguez Zapatero, no transcurra un solo día —ni una sola hora— sin que nos lleguen nuevos argumentos sobre la inconveniencia de que el actual presidente del Gobierno repita como candidato en el 2012. Ayer mismo, una encuesta de La Vanguardiaagigantaba el rechazo de los electores a una nueva candidatura de Zapatero (78%) y, alternativamente, manifestaba la generalizada preferencia de que Rubalcaba encabece esa candidatura.

A Rubalcaba le perjudica el casting. En la dictadura de la imagen, a la que nos sometemos de mejor o peor grado, las ideas cuentan poco y la excelencia mucho menos. Según el código de los especialistas en el reparto de los papeles cinematográficos, el hoy todopoderoso vicepresidente tiene el aspecto de un voluntarioso empleado de «La oficina siniestra». ¿Recuerdan La Codorniz? Pablo San José, «Pablo», uno de sus muy brillantes humoristas, acreditó una viñeta, símbolo de aquel tiempo, en la que un grupo de chupatintas y plumíferos alababan sin cesar al jefe de la oficina. Por razones de casting, ya digo, Rubalcaba podría ser uno de ellos; pero, según orientan los prospectores de la opinión, que también pudieran ser sus fabricantes, tenemos que hacernos a la idea de un Rubalcaba que, como Fred Astaire, ascienda la escalera de la gloria sin perder el paso, marcando el ritmo, sugiriendo la cadencia y con Talía, musa de la comedia, colgada de un brazo y Melpómene, la de la tragedia, del otro.

¿Estará todo calculado? La realidad circundante, ¿es espontánea y natural o se corresponde con un guión previamente trazado por los estrategas de Ferraz, producido por la factoría socialista e interpretado por las estrellas del PSOE? Nuestra política, una auténtica oficina siniestra, no es transparente y no lo son tampoco los partidos que la ocupan y animan, la traen y la llevan, la excitan y calman según convenga a los líderes de turno. Esa opacidad es, en buena medida, la fuerza que impulsa a personajes como Rubalcaba al que muchos comparan con Joseph Fouché. El francés empezó de monárquico moderado y terminó votando la ejecución de Luis XVI. Si se apura, es preferible el sesteo del PP.


ABC - Opinión

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