sábado, 20 de noviembre de 2010

La OTAN en el diván. Por Hermann Tertsch

La cumbre de la OTAN en Lisboa va a obligar a los líderes de la Alianza a dedicarse durante dos días a una cuestión que muchos tienen postergada en su agenda. Agobiados todos por las cuitas financieras y económicas globales y las políticas y sociales internas, los problemas de la seguridad y la defensa se les antojan exentos de la urgencia de otros. Y lo cierto es que en el seno de la OTAN han surgido fisuras y fallas en la coordinación de estructuras, medios y fines.

No son un problema muy grave las diferencias de Francia y Alemania sobre la disuasión nuclear. Lógico es que Alemania proponga una mayor desnuclearización en Europa al amparo de un futuro sistema antimisiles. Y que Francia insista en que nadie decidirá por ella el futuro de su armamento nuclear. Ambos tienen razón. La disuasión es imprescindible. Un agresor potencial ha de ver amenazada su supervivencia. Pero es insuficiente dados los nuevos países nucleares y la amenaza de su uso por terroristas imposibles de disuadir con amenazas de represalias.

De ahí la necesidad del escudo. Pero si la OTAN quiere presentar un nuevo concepto estratégico para la próxima década tendrá que ir algo más allá. Tiene más enemigos con armas nucleares que nunca. Pronto serán más. Y ninguno tan pragmático como sus rivales tradicionales, Rusia y China. Y debe enfrentarse al hecho de que puede no ganar e incluso perder una guerra en Afganistán. Una guerra que estuvo ganada. Las consecuencias serían dramáticas con una posible caída del Pakistán nuclear en manos del islamismo radical. Pero nadie habla de ganar sino de salir de allí. Al final el problema de la OTAN es el de sus miembros, los gobiernos y sociedades occidentales. De cultura de defensa, de voluntad y autoestima. Si todos cuestionan lo que defienden, difícil es saber hacerlo.


ABC - Opinión

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