martes, 23 de noviembre de 2010

Europa ajusta cuentas

El rescate de Irlanda no es sino un mecanismo de defensa de la UE, amenazada por las decisiones adoptadas por los gobiernos de la «zona euro».

LA operación de rescate acordada el pasado domingo por la UE para auxiliar a Irlanda —segunda de este tipo tras la intervención comunitaria en Grecia— resultaba tan inevitable como previsible era la respuesta de la opinión pública irlandesa, que no ha tardado en expresar su humillación por la traumática pérdida de soberanía que representa esta medida. La Unión Europea será la encargada de supervisar de cerca la política económica de un país cuyo Gobierno, al que Los Verdes retiraron ayer su apoyo, dejándolo caer, se lanzó hace ahora dos años al rescate de su insolvente sistema bancario para tratar de garantizar los pasivos, que multiplicaban por siete su PIB, una misión imposible que puso en riesgo al resto de socios continentales. En este escenario, el rescate de Irlanda no es sino el mecanismo de defensa de una Unión Europea amenazada por las decisiones que han ido adoptando —por su cuenta y riesgo, y a partir de intereses cuando menos discutibles, no sólo económicos— los distintos gobiernos de la «zona euro». El rescate de Irlanda no es una muestra de la solidaridad europea, sino la necesaria respuesta a la amenaza que ha representado para el funcionamiento de las cuentas continentales la ausencia de un órgano autorizado para armonizar políticas fiscales, establecer un modelo financiero y manejar recursos. La cesión de soberanía de la que se quejan los irlandeses es una exigencia derivada de la existencia de una moneda común que cada cual no puede manejar a su antojo sin poner en peligro al conjunto.

Mientras la prima de riesgo se disparaba para España, el Ibex reaccionó ayer con una fuerte caída al rescate irlandés, quizá por el convencimiento de que Portugal será el siguiente país en ser intervenido y por la preocupación que generan el tamaño y el peso de España, muy tocada por su déficit y apurada por los vencimientos de deuda, en el concierto económico europeo. Como ayer reconoció el secretario de Estado de Asuntos Exteriores alemán, los problemas que afectan a Irlanda, Portugal y España son muy diferentes. Pero existen. La alegre política económica desarrollada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero sigue pasando factura a España en los exigentes mercados financieros, pero tendrá que ser Bruselas quien estudie y decida hasta qué punto puede perjudicar a Europa.


ABC - Editorial

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