sábado, 2 de octubre de 2010

Y también dos huevos duros. Por M. Martín Ferrand

Con cuatro millones y medio de parados, una promesa como la de Gómez es un desacato a la ciudadanía.

CONVENCIDA de que el PIB experimentará un crecimiento del 1,3 por ciento a lo largo de 2011 —¡ojalá!— o en brillante disimulo de su falta de convicción, allá ella, la vicepresidenta que interesa, Elena Salgado, llevó al Congreso el anteproyecto de la Ley más importante del año, la que marcará los gastos ciertos y los ingresos teóricos del Estado durante el próximo ejercicio. Son unos presupuestos duros y forzados por las circunstancias que, posiblemente, no admiten otros muy distintos. Reducen el gasto en un 11 por ciento y la inversión el 30 y, con toda probabilidad y como ha hecho el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero estos seis últimos años, se quedarán en un propósito de buenas intenciones. En España, el no cumplimiento de la Ley, especialmente la del Presupuesto, no suele ser perseguido con mucho rigor. Que se lo pregunten a los diputados del PNV que, en claro ejercicio de lo que parece un cohecho, se disponen a aprobar el proyecto del Gobierno.

Aunque no lo parezca por su arranque, estas líneas tienen la intención de referirse a las primarias que mañana, en Madrid, dilucidarán el candidato del PSOE para, en las próximas autonómicas, disputarle la presidencia a Esperanza Aguirre. El PSM, antes Federación Socialista de Madrid, vive fiestas en su coso. La ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, trata de hacer realidad los deseos y el dedazo de su jefe y maestro, Zapatero, mientras que el secretario general de la formación, Tomás Gómez, pretende sacar adelante la designación de lo que inicialmente fue una clamorosa mayoría de sus bases y es hoy un termómetro de la temperatura del PSOE.

En el ambiente presupuestario que se define más arriba, el candidato Gómez hace campaña entre los suyos y anuncia que si llega a sustituir a la actual presidenta en la Puerta del Sol su «principal apuesta será la educación». Eso está bien. La raíz de todos nuestros males nacionales se hunde en una educación que, con la ensoñación igualitaria, rebaja su calidad de curso en curso y parece haber abdicado de cualquier pretensión de rigor y excelencia. Para alcanzar su sueño educativo dice Gómez que las guarderías de Madrid serán gratuitas y que «todos los jóvenes en edad escolar» viajarán en verano al extranjero para aprender inglés. «Y también dos huevos duros», que dirían los Hermanos Marx en Una noche en la ópera. Con cuatro millones y medio de parados y cerca de dos millones de jóvenes que no son parados porque todavía no han conseguido su primer empleo una promesa como la de Gómez, imposible por su cuantía económica, no es demagogia. Es algo más grave, un desacato a la ciudadanía.


ABC - Opinión

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