martes, 12 de octubre de 2010

¡Trece puntos y subiendo! Señales de alarma en la calle Génova. Por Federico Quevedo

“No es bueno, no es bueno” -me decía ayer una destacada dirigente del Partido Popular-, periódicos de distintas procedencias delante de la mesa y sondeos de opinión absolutamente impactantes en las portadas de algunos de ellos. “No es bueno que las encuestas nos den tanta ventaja ahora, porque corremos varios riesgos. El primero, que nos durmamos en los laureles creyendo que está todo hecho. Segundo, que nuestro votante llegue a las elecciones y se abstenga porque piense que la victoria está cantada. Y, tercero, que el votante de izquierdas comprometido pero que pensaba en castigar a Zapatero, no lo haga por temor a una victoria aplastante del PP. Y si se conjugan esos tres riesgos podríamos, incluso, tener un resultado muy lejano a lo que ahora dicen las encuestas, acuérdate de lo que pasó en 1993 y en 1996…”.

Me acuerdo. En 1993, el PP tenía una ligera ventaja en las encuestas y, al final, ganó el PSOE. En 1996, el PP llegaba a las elecciones de marzo con una diferencia de más de diez puntos sobre los socialistas, y al final ganaron por la mínima, con una diferencia de tan solo 300.000 votos que llevaron a Felipe González a pensar, incluso, que podría gobernar de nuevo en minoría. Menos mal que en aquella ocasión los nacionalistas tuvieron un arranque de sentido común y lo impidieron, resultando aquella ser una de las mejores legislaturas de la democracia.


¿Puede volver a pasar lo mismo? Es difícil, por varias razones. La primera, que entonces había una predisposición mucho mayor que la de ahora a que gobernara la derecha, porque la propaganda progresista había conseguido minar en buena manera la imagen de modernidad que Aznar había dado al Partido Popular. Existía, por lo tanto, prevención hacia el PP. Hoy no existe esa prevención. Lo que si hay es animadversión en una parte del electorado, pero con eso ya se cuenta. Lo que no existe es prevención entre el electorado más moderado, entre otras cosas porque la gente ya sabe cómo gobierna el PP, cómo lo hizo a nivel nacional y cómo lo hace a nivel autonómico. Hay que tener en cuenta que en 1996, cuando Aznar gana las elecciones, la experiencia de poder autonómico del PP, más allá de Castilla y León, era muy reciente, pero ahora el PP gobierna en unas cuantas autonomías y su gestión recibe valoraciones muy altas por parte de los ciudadanos.

«Lo que le falta al PP es un auténtico programa de máximos, un programa de profunda regeneración democrática.»

A eso hay que añadir que el ciudadano acude a votar con mucha más información en su haber, gracias a internet y a la diversidad de medios de comunicación, y a un poder adquisitivo que estos años atrás le han permitido acceder a las nuevas tecnologías casi sin límite, a pesar de que ahora la crisis se lo esté poniendo difícil. Y, en tercer lugar, nunca el PSOE había registrado una desafección tan profunda por parte del electorado, ni siquiera en los últimos años de Felipe González. De hecho, una de las características de los sondeos conocidos estos días es que Rodríguez recibe un suspenso generalizado por parte de los ciudadanos, hasta situarse como el político peor valorado de toda la democracia.

Sin embargo, si en algo tenía ayer razón mi interlocutora es en que el PP corre el riesgo de dormirse en los laureles y dejar pasar esta oportunidad de llegar al poder con un respaldo ciudadano como nunca haya tenido un partido en España, o al menos similar al que tuvo el PSOE en el 82, no en número de escaños -eso es muy difícil de repetir-, pero sí en la contundencia del resultado, lo que le daría al PP legitimidad para abordar los profundos cambios que este país necesita para salir de la crisis política, económica, social e institucional a la que nos ha conducido Rodríguez Zapatero. ¿Qué debe hacer el PP, que debería estar haciendo Rajoy?

Pues, más allá de la exigencia de una labor de oposición que el PP ya hace, lo que los ciudadanos necesitan en este momento es sentir que pueden confiar en la alternativa para salir de esa crisis, y debo reconocer que son muchas las personas que se acercan a saludarme y a recabar mi opinión que, sin embargo, aseguran no sentir esa confianza. Probablemente lo que le falta al PP, lo que Rajoy les está hurtando todavía a los ciudadanos, es un auténtico programa de máximos, un programa de profunda regeneración democrática, sin miedo al qué dirán. Estoy convencido de que en el momento en el que el PP alce esa bandera, no solo se consolidará esa diferencia, sino que es más que seguro que se ampliará.


El Confidencial - Opinión

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