lunes, 18 de octubre de 2010

The Tea Party no es una party. Por José María Carrascal

Se trata de un movimiento de protesta contra los dos grandes partidos y contra el Gobierno federal.

Dada la confusión europea sobre la política norteamericana —comenzando por el término «liberal», que en Estados Unidos significa socialdemocracia y en Europa, centro derecha—, he querido esperar a estar aquí para pronunciarme sobre «The Tea Party», ese temblor de tierra que sacude la política USA. Tras una semana viéndoles y oyéndoles, me atrevo a decir que no es algo nuevo en este país, aunque sí más fuerte. Se trata de un movimiento de protesta contra los dos grandes partidos e, indirectamente, contra el Gobierno federal. Quieren una vuelta a «la América auténtica», que consideran han echado a perder Washington y sus políticos. Un movimiento que suele emerger en los momentos de depresión y de derrota, durante la guerra en Vietnam y la toma de rehenes en Teherán, que costaron la presidencia a los demócratas. Pero también surgió en 1992, bajo Bush padre, que perdió la Casa Blanca por culpa de Ross Perot, que le restó votos republicanos debido a la crisis económica. Hoy, ese movimiento apunta a Obama, pese a no haber tenido nada que ver con las dos guerra que libra el país y las enormes dificultades que sufre. Pero es el presidente, lo que basta y sobra para que la América profunda, que pierde su casa, sus ahorros y su empleo, le eche de la que ocupa. Tanta frustración les hace rechazar la reforma sanitaria recién aprobada, sustituir el impuesto progresivo de la renta por un porcentaje —digamos un 25 por ciento— de todos los ingresos, imponer un presupuesto sin déficit, dejar sólo los ministerios de Defensa, Justicia, Tesoro y Asuntos Exteriores y ajustarse a la letra estricta de la Constitución sin interpretaciones progresistas. Un intento, en fin, de volver a la América original, de «ciudadanos libres y gobierno mínimo».

Dadas las tremendas dificultades que atraviesa el país, la frustración es tal que se vuelve contra ella misma. El Tea Party se ha apoderado del partido republicano, laminando a sus moderados. Pero al hacerlo lo ha reducido, lo que puede asustar al resto de los ciudadanos. A dos semanas de las elecciones parciales, en las que se renovará toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, la situación es la siguiente: ¿llega la frustración de los norteamericanos tan lejos como para alejarse de la gran corriente centrista y echarse en manos de la extrema derecha? Todo va a depender de la capacidad de movilización de Obama, de que consiga convencer a sus compatriotas de que el futuro es él, no los que miran al pasado. Pero esta vez lo tiene bastante más difícil que cuando fue elegido presidente. Entre otras cosas, porque la situación también lo es, y no ha conseguido evitarlo.

ABC - Opinión

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