miércoles, 20 de octubre de 2010

El primer presupuesto de Rajoy. Por Ignacio Camacho

Con la más que probable prórroga del año que viene, estos Presupuestos serán los que encuentre el PP en 2012.

LOS Presupuestos que ayer vapuleó Rajoy en el Congreso tienen toda la traza de ser también con toda probabilidad los de sus primeros meses, quizá los de su primer año, de gobierno. El próximo otoño, a seis meses de las generales, el zapaterismo no encontrará socios para pactar las cuentas de 2012, ni acaso se molestará demasiado en buscarlos; prorrogará los de 2011 y allá se las componga el turno de relevo. Dentro de un año el presidente será un líder en estado terminal que a esas alturas incluso puede haber renunciado ya a presentarse de nuevo; ante la perspectiva de un vuelco electoral, los nacionalistas huirán de él como de perro con pulgas, y tras su previsible victoria en marzo de 2012 el PP tendría que arrancar con el programa presupuestario que ayer rechazó en medio de grandes truenos dialécticos. Rajoy intuye que ésa va a ser su primera herencia y que, por mucho que corriese, las primeras modificaciones o incluso una nueva ley urgente apenas le alcanzarían para el segundo semestre de ese año.

Algo parecido les ocurrió a Aznar y Rato en 1996. Al llegar al poder se encontraron con un Presupuesto en ejecución que habían cuestionado con dureza por entender que comprometía la austeridad necesaria para la convergencia europea. Una de sus primeras decisiones de gobierno fue un acuerdo de no disposición de 250.000 millones de las pesetas de entonces, bloqueados con áspera sequedad para efectuar en caliente un primer ajuste. Aquel célebre Barea, el de la Oficina Presupuestaria, se pasó meses con su libreta recortando gastos ministeriales por aquí y por allá, para pelarun marco contable que luego habría de sufrir otro apretón en el año siguiente. Ése será, más o menos, el camino que Rajoy deberá seguir si gana, aunque es probable que para entonces ya no tenga que preocuparse de la congelación de las pensiones; a ver qué Gobierno, por quemado que esté, se atreve a dejarlas sin subir en vísperas de año electoral.

El debate de ayer tenía un clima de fin de legislatura; incluso los socialistas saben que se trata de su último ejercicio de potestad presupuestaria. También lo saben los dirigentes de Coalición Canaria y el PNV, costaleros mercenarios de un Gobierno dispuesto a cualquier cosa con tal de que le paguen el plazo final de la hipoteca del mandato; por eso exprimieron a fondo las peticiones, incluso con el pintoresco estrambote del txacolí vasco. Ahora meterán prisa para que se ejecuten pronto las deudas contraídas antes de que pasen al limbo de un nuevo mandato. Esa atmósfera de agonía asistida, de prórroga forzosa, domina la escena política como una siniestra cuenta atrás. Porque el Gobierno estará bajo respiración artificial pero el país, colapsado por el paro, el estancamiento y la deuda, se halla a punto de entrar en coma.


ABC - Opinión

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