viernes, 22 de octubre de 2010

Rubalcaba. El cordón sanitario contraataca. Por Guillermo Dupuy

Los medios que Rubalcaba tiene son tantos como escasos son sus escrúpulos a la hora de utilizarlos en esta nueva guerra sucia que se avecina contra el principal partido de la oposición.

Si el PP, en general, y Rajoy en particular, piensan que pueden sestear en una oposición de perfil bajo mientras la crisis económica les hace el trabajo de desbancar a Zapatero de la Moncloa, que se vayan preparando. Naturalmente, no lo digo porque la amplia remodelación del Gobierno –con el inmenso poder que ya no oculta Rubalcaba–, vaya a servir para revertir la ruina institucional y económica que estamos padeciendo, sino porque delata la voluntad de Zapatero de machacar a la oposición del PP con todos los medios a su alcance. Y los medios que Rubalcaba tiene son tantos, como escasos son sus escrúpulos a la hora de utilizarlos en esta nueva guerra sucia que se avecina contra el principal partido de la oposición.

Rubalcaba ya tiene en su currículum títulos tales como encubridor de los GAL y de Filesa, el incitador del acoso a las sedes del PP en 2004, el ministro de SITEL, el del chivatazo a ETA o el que obstruye la acción de la justicia que impulsan las víctimas del 11-M. No son los únicos. También es el máximo coordinador de la cacería Gürtel contra el principal partido de la oposición, teniendo a sus órdenes al comisario general de Policía Judicial, al que ha dado ordenes expresas de controlar todas las investigaciones que afecten a "cargos públicos y persona de relevancia".


Al margen de los nuevos capítulos de esta cacería política, que no se harán mucho de esperar, hay que añadir que Rubalcaba no sólo es, junto a Zapatero, el máximo responsable político del chivatazo a ETA; también lo es, junto al presidente del Gobierno y su servil fiscal general del Estado, de que los informes policiales que acreditaban la conexión con ETA de ANV y PCTV no fueran presentados a tiempo a instancias judiciales para proceder a su ilegalización. Para deseperación no ocultada ni por el Supremo ni por los sindicatos policiales, la ilegalización sólo se instó después de las últimas elecciones municipales; y después de eso, el Gobierno ha seguido y sigue negándose a disolver los ayuntamientos en manos de los proetarras, como podía hacer aplicando la Ley de Régimen Local

Con la última y reciente reforma de la Ley de Partidos, Rubalcaba ha conseguido además dejar intacta la rendija por la que el gobierno coló a los proetarras, que nunca fue otra que el desgraciado monopolio que dicha ley concedía y sigue concediendo a la servil Fiscalía General del Estado a la hora de instar al Supremo la ilegalización. Y este genio del mal lo ha conseguido, además, con el estúpido consenso del principal partido de la oposición y haciendo creer que lo hacía con el objetivo de hacer perder a los proetarras toda esperanza, cosa que se creyeron hasta los que empiezan a reconocer que "el Gobierno puede estar tentado a legalizar a la izquierda abertzale".

Por otra parte, cabe destacar que esta es la hora en la que Rubalcaba no ha cesado a la autoridad penitenciaria responsable de que El País entrevistara a Otegui en la cárcel, contraviniendo la supuesta prohibición de Interior al respecto. Naturalmente no me creo que existiese tal desautorización por parte de quien no ha hecho nada contra quienes han permitido que no fuera efectiva. De hecho, esa entrevista, donde Otegui apenas maquilla algo su repugnante postura de siempre, ha sido utilizada por el presidente del Gobierno para valorar como "determinante" la supuesta evolución del entorno de ETA y recalcar que "sus mensajes no van a ser en balde".

Finalmente, no podemos dejarnos en el tintero el nuevo régimen abierto de otro etarra que impulsa Rubalcaba, nada menos que la del ex número uno de la banda "Txeli" condenado por varios asesinatos a 59 años de prisión. Por mucho que en virtud del antiguo código penal se posibilite este repugnante trato de favor, no es menos cierto que nada lo obliga.

El PP, mientras tanto, no ha hecho la menor crítica ni ha pedido una sola comparecencia de quien ahora se ha convertido en el ministro más poderoso que haya visto nunca nuestra democracia. Para tranquilizarnos, Rajoy nos dice que, lejos de sestear, está "vigilante". Mala vigilancia, en cualquier caso, la del quien no quiere ver cómo el Gobierno, con un oculto "proceso de paz" con ETA y con Rubalcaba a la cabeza, trata de reeditar el cordón sanitario contra el principal partido de la supuesta oposición.


Libertad Digital - Opinión

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