lunes, 11 de octubre de 2010

Del ‘buenismo’ al ‘cobardismo’: sobre la moral de Zapatero. Por Federico Quevedo

Así es, sobre todo cuando se trata de derechos humanos y de la defensa de los más débiles, de los marginados sociales, o cuando hay que hacer gala de dignidad nacional y orgullo frente al insulto y al ensañamiento de un analfabeto funcional como Hugo Chávez, o cuando hay que defender la libertad frente al totalitarismo como en el caso del disidente chino Liu Xiaobo. Nuestro presidente muestra siempre su peor cara, su rostro más inhumano, su moral más abyecta, su obsceno relativismo. Le da igual blanco que negro, si hoy toca defender la vida, la defiende, y si mañana toca hacer una ley que convierte en un derecho matar a los ‘non natos’, la hace.

Resulta francamente descorazonador tener como presidente del Gobierno a semejante personaje, a un tipo sin principios al que todo le resbala y al que no le importan las consecuencias de sus actos siempre que a el no le afecten. A esta política según la cual todo es relativo, que Rodríguez lleva poniendo en práctica desde siempre, al principio se le llamó buenismo en un afán propagandístico de hacernos creer que Rodríguez era una especie de apóstol de la paz y el entendimiento entre los pueblos, o sea, un iluminado llamado a convertirse en el nuevo Mahatma Ghandi del siglo XXI.


El buenismo consistía, básicamente, en aceptarlo todo como bueno, en comprender siempre las razones y los motivos que mueven a los enemigos de la libertad y de los derechos fundamentales del hombre antes de censurarlos e, incluso, condenarlos. Pero, inevitablemente, ese buenismo se acababa convirtiendo en un aliado de primer orden de todo aquel enemigo del bien común y de la libertad que campara por el ancho mundo. Dicho de otro modo, lo que de verdad escondía aquel buenismo no era más que puro cobardismo, fruto a su vez de ese pensamiento relativista que invade la falsa moral de Rodríguez. Sólo en una semana hemos visto tres singulares ejemplos de lo que les estoy relatando. Déjenme que empiece por el que me parece más denigrante desde el punto de vista de nuestra dignidad como país, y no es otro que el modo en que este Gobierno se baja los pantalones ante el Gorila Rojo, ante el caudillo Chávez, ante el rostro más feroz del totalitarismo y el odio, ante el digno sucesor de lo peor que ha conocido el hombre, desde Hitler a Stalin pasando por los más sangrientos secuaces de la autarquía a lo largo de la Historia. La nuestra es una gran Nación; España es un gran país que no debería permitir ni el más mínimo insulto de un enano mental, pero a sus continuas bravatas, a sus amenazas, a sus acusaciones humillantes nuestro Gobierno responde agachando la cabeza y bajándose los pantalones en un acto infame de sodomía política.

Toma buenismo. Este tío se permite decir, a través de su embajador, que en España se tortura, y nos quedamos tan panchos. Pone en tela de juicio la labor de nuestros magistrados, y nadie le responde. Niega evidencias que solo hace falta que aparezcan publicadas en el Gara, y encima le damos la razón. Pero, ¿somos tontos o qué? ¿Por qué razón hay que bailarle el agua a este tipejo? ¿Porque nos va a comprar más armas, es que esa es la razón de fondo? Entonces, ¿dónde está el puñetero pacifismo del que tanto presume usted, señor Rodríguez? Y esas armas, ¿valen este ejercicio de humillación colectiva a manos de un sátrapa, de un dictador bananero, de un terrorista disfrazado de vendeburras?


«El derecho a la vida es el primero y más importante de todos los derechos fundamentales del ser humano, y éste existe desde el momento mismo de su concepción en el seno materno.

Segundo ejemplo, y no menos importante que el primero, si acaso más porque están en juego cientos de miles de vidas humanas, y que pone en evidencia lo que siempre he llamado la Gran Mentira de la izquierda, su absoluta desfachatez moral: “La pena de muerte no es una pena, es un espanto. El derecho a la vida, el valor de la vida es el principio fundamental de la concepción y del despliegue de los Derechos Humanos”. Al margen de que, literariamente, parece que el discurso se lo haya escrito un niño de Primero de Primaria, hay que tener bemoles para afirmar eso en un acto sobre la Pena de Muerte, y que lo haga el mismo tío que ha sentenciado a morir a miles de personas antes de nacer. Pues sí, en efecto, el derecho a la vida es el primero y más importante de todos los derechos fundamentales del ser humano, y éste existe desde el momento mismo de su concepción en el seno materno, algo que ya no discute ningún científico, y la única que lo pone en duda es la indocumentada de la ministra Aído, de la cual podríamos decir que por la misma razón por la que un ser vivo fecundado en el seno materno no es un ser humano, tampoco lo es ella: porque no existe ninguna base científica que permita afirmarlo… En este asunto no hay dobles interpretaciones, ni lenguajes falsos tendentes a confundir al personal: la interrupción voluntaria del embarazo no es lo que con ese título eufemístico se quiere hacer creer, sino que se trata de la muerte violenta de un ser humano vivo en el seno materno, permitida y alentada por una izquierda que practica el culto a la muerte como su dogma moral.

Con esos mimbres, no cabía esperar otra reacción del Gobierno de Rodríguez a la elección de Liu Xiaobo como Premio Nóbel de la Paz. El disidente chino lleva once años en prisión por exigir democracia en su país. Tengo que decir que resultan sorprendentes las dos últimas decisiones de la Academia Sueca, siempre tan oportuna a la hora de premiar a destacados defensores del progresismo totalitario, pero que este año ha descansado su elección en dos figuras emblemáticas de la lucha por la libertad: Mario Vargas Llosa y Liu Xiaobo. El disidente chino personifica la batalla de tantos disidentes políticos encarcelados en nombre de la libertad, en China, en Corea, en Cuba… ¿Y que hace nuestro Gobierno? La callada por respuesta. Mientras Francia y Alemania aprovechan el premio para exigir apertura a las autoridades chinas, España se limita a mirar para otro lado. Esto es lo que le gusta hacer a Rodríguez, esa es la esencia de su política: ponerse de perfil, mirar para otro lado, nunca comprometerse con nada que signifique o pueda significar tener algún problema, aunque ese compromiso sea con la libertad y con los más débiles, con los que sufren persecución y acoso por sus ideas o, simplemente, son exterminados porque su voz no puede escucharse por encontrarse dentro del seno materno. Rodríguez es lo peor que la naturaleza humana ha podido dar a la política, porque ni siquiera tiene los arrestos que tuvieron otros antes que el para imponer sus tesis y sus políticas dando la cara, sino que utiliza siempre subterfugios, engaños, medias verdades y burdas mentiras, retorcida demagogia y descarado propagandismo que, por suerte, han dejado de ser útiles a su causa, aunque aún nos va a tocar soportarle unos cuantos meses.


El Confidencial - Opinión

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