viernes, 15 de octubre de 2010

Al fin, una buena noticia. Por José María Carrascal

Ahora comprende uno por qué Chile lleva una ventaja considerable a las demás naciones hispanas.

¡QUÉ ganas teníamos de oír, publicar, comentar, aplaudir una buena noticia, después de tantas malas que hemos tenido últimamente! Y ninguna mejor que el rescate de los mineros chilenos, 33 hombres atrapados por la naturaleza en sus entrañas, para irlos digiriendo lentamente, como en la guarida de un monstruo. Salvados en una carrera contra el tiempo y los elementos, en la que el ingenio y la voluntad humana se aliaron, en vez de enfrentarse, como ocurre con más frecuencia de lo conveniente. Todo ello ante los ojos del mundo entero, que siguió la odisea en directo, hasta su feliz desenlace. Uno no sabe qué admirar más, la obra de ingeniería que representó la perforación de 700 metros o el temple de los mineros aguantando durante 69 días.

Aunque si tuviera que elegir, tras mucho pensarlo, eligiría la espectacular lección que Chile ha dado al mundo en general y al, hispánico en particular a lo largo de este rescate. Seguro que han contribuido muchos a la hazaña, desde la NASA a ingenieros norteamericanos, expertos en este tipo de rescates. Sin ellos, hubiese sido mucho lento y, puede, no tan feliz. Pero la actitud de los chilenos, empezando por los atrapados y sus familiares, ha sido la de un pueblo maduro, serio, responsable. Es muy posible que en el desplome de la galería hubiera habido culpas, que los directivos de la mina no hubieran tomado las debidas medidas de seguridad (ya había habido en ellas otros derrumbamientos), que los controles de la misma hubieran sido demasiado laxos. Pero en vez de ponerse a buscar culpables y a apuntarse con el dedo unos a otros —como solemos hacer en estos casos en la mayoría de nuestros países— los chilenos fijaron las prioridades desde el primer momento y se aplicaron a lo que tenían que hacer: sacar a los 33 atrapados del foso donde se encontraban, no importando las enorme dificultades que la empresa requería. Ya habría tiempo de encontrar culpables y dilucidar responsabilidades. Lo primero era lo primero.

Ahora comprende uno por qué Chile lleva una ventaja considerable a las demás naciones hispanas, pese a ser una estrecha franja de tierra montada sobre una cordillera, sin otras riquezas naturales que el cobre y los fosfatos, superexplotados: en vez de dedicarse a mirar al pasado y a echar la culpa de sus males y retrasos a gentes hace ya tiempo muertas, se han puesto a corregirlos a base de trabajo, esfuerzo y, sobre todo, unidad. Sintiéndose todos chilenos, no importan las diferencias étnicas, sociales e ideológicas que pueda haber entre ellos. Es la razón de que en la mina de San José haya habido tanta épica antigua como patriotismo moderno. Uno lo dice con un poco de envidia.


ABC - Opinión

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