miércoles, 1 de septiembre de 2010

La despedida de Irak

Obama hizo bien evitando todo triunfalismo, porque a pesar de todo, el objetivo de contagiar con ingredientes democráticos a las sociedades de Oriente Próximo está lejos de haberse alcanzado.

LAS tropas de combate cuya salida de Irak ha celebrado Barack Obama desde su Despacho Oval merecen el reconocimiento por su sacrificio en el cumplimiento del deber. Su misión no fue nunca proporcionar réditos políticos domésticos —ni al presidente que las envió ni al que decide retirarlas como cumplimiento de una promesa electoral— sino contribuir a proteger a los países libres frente a una tendencia totalitaria y oscurantista que lleva décadas intentando apoderarse del mundo árabe y musulmán para embestir contra Occidente. Obama hizo bien evitando todo triunfalismo, porque a pesar de todo, el objetivo de contagiar con ingredientes democráticos a las sociedades de Oriente Próximo está lejos de haberse alcanzado. Puede parecer utópico, pero no existe otra alternativa razonable para preservar los valores de la sociedades libres en un mundo globalizado que hacer todo lo posible por extenderlos hacia aquellas en las que todavía no han arraigado.

En este sentido, las referencias de Obama hacia su objetivo de retirarse también cuanto antes de Afganistán confirman la tendencia del presidente norteamericano a encaminarse por el rumbo que conduce a Estados Unidos al aislamiento de los asuntos internacionales, lo que representa un mensaje poco tranquilizador para los que confían en que Norteamérica mantendrá su papel en la defensa de la democracia en el mundo. Hasta su afán de lograr algún avance en las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes parece un apresurado último intento de hacer algo antes de cerrar las puertas de una pretendida muralla de aislamiento, que sería la señal que esperan las fuerzas que amenazan los intereses de Occidente para redoblar su ofensiva, empezando por Irak.

ABC - Editorial

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