Es mucho lo que está en juego en la relación bilateral y muy poco lo que puede arreglarse por la vía de la confrontación.
MARRUECOS demostró el sábado, una vez más, que no es posible manifestarse libremente en defensa de un Sahara Occidental independiente. Al menos no en territorio marroquí o bajo control marroquí. Catorce activistas españoles viajaron desde las Islas Canarias y se manifestaron en El Aaiún en defensa de la independencia de la antigua colonia española. No estaría de menos tener presente que los manifestantes decidieron tomar la calle sin haber realizado los trámites pertinentes para poder celebrar una manifestación. Si esos trámites se hubieran completado y la autorización para la manifestación hubiera sido denegada, otro gallo cantara. Pero lo cierto es que no parece que la pequeña manifestación del sábado en El Aaiún pudiera representar una verdadera amenaza al orden público o la estabilidad en el territorio ocupado por Marruecos. Y, desde luego, en ningún caso justificaba la violencia empleada. Por el contrario, la represión y el confinamiento temporal de los catorce activistas españoles en la Casa de España en El Aaiún más bien parece una nueva rampa de lanzamiento para la causa anti-marroquí. El Gobierno de Rabat alterna sus problemas en las plazas españolas de su costa norte con los incidentes en el sur en la antigua colonia española. Bien es verdad que esos problemas afectan casi siempre a ciudadanos españoles pues pocos otros hay que manifiesten un mínimo interés por la suerte de los saharauis. La cuestión ahora es clarificar si el deseo de Marruecos es mantener una relación de estabilidad con España o se va a buscar cualquier excusa para que sirva como nuevo pedestal desde el que agitar el conflicto. Es mucho lo que está en juego en la relación bilateral y muy poco lo que puede arreglarse por la vía de la confrontación.
ABC - Editorial
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