sábado, 21 de agosto de 2010

La lealtad de Mohamed. Por Eduardo San Martín

Casi nadie ha hablado de la lealtad de Marruecos hacia España, que es lo que realmente estaba en juego en esta crisis.

La crisis de Melilla como paradigma de la altura del debate político en España. Y el empeño de la Generalitat por ponerles puertas al mar de una lengua que se ha convertido en la segunda de uso más extendido en Internet, como ejemplo de la cercanía a las preocupaciones de los ciudadanos de algunos gobernantes, nuevos conversos a una ideología de la que siempre aborrecieron los padres de la socialdemocracia.

No parece que la inmensa mayoría de los catalanes comparta con su gobierno la ineludible necesidad de integrar a sus emigrantes sólo en catalán, ni que el recurso de la Defensora del Pueblo («al servicio del PP», según Montilla) ponga en peligro la identidad lingüística catalana. Si la subsistencia de un legado cultural depende de que se imponga por decreto, sus días estarán contando. No es ese el caso de la lengua catalana, que sobrevivirá gracias al sentido común de sus hablantes y no a las torpezas de sus representantes políticos.


En cuanto a Melilla, el debate político debería haber indagado en las razones por las que un gobierno «amigo» desata una campaña desaforada contra nuestras fuerzas de seguridad so pretexto de unos incidentes menores que, como hemos visto, han desaparecido en cuanto la gendarmería marroquí ha tocado el silbato, aleccionada por quien está detrás de todo este barullo.

En su lugar, la bronca ha producido perlas que da pudor reproducir, desde las proclamas sobre el patriotismo de Aznar hasta sus abdominales; lo que nos deja aún más expuestos a una autocracia que sabe bien como sacar partido a las peleas estériles de nuestros partidos. Se ha hablado hasta la saciedad de la lealtad de Aznar o de la de Zapatero en 2001. Casi nadie lo ha hecho de la lealtad de Marruecos hacia España, que es lo que realmente estaba en juego en esta crisis.


ABC - Opinión

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