domingo, 22 de agosto de 2010

Diplomacia del appeasement. Por José María Carrascal

El gobierno Zapatero necesita todo su tiempo y energía para atacar a su verdadero y puede único enemigo: el PP.

«YO no he visto nunca a un ex presidente de Gobierno —ha dicho don José Blanco a propósito de la visita de Aznar a Melilla— con ese comportamiento». Pues yo nunca he visto a un presidente de Gobierno prometer a una comunidad cuanto le pediese. Ni decir que el concepto de nación es discutido y discutible. Ni calificar de «accidente» un atentado terrorista con dos muertos. Ni llamar «desaceleración» a una crisis global. Ni, ni, ni, así podría seguir, enumerando barbaridades, frivolidades y deslealtades de nuestro presidente, hasta agotar el espacio del que dispongo.

Y lo peor de todo es que continúa en ellas. Ahí le tienen «poniendo en marcha el rescate de partes del Estatuto catalán anuladas por el Tribunal Constitucional», según portada de «El País». ¿Es así como se acepta una sentencia del más alto tribunal de la nación? ¿Es así como se gobierna, intentando revertir con decretos-ley una decisión que «laminaba el capítulo de un Poder Judicial catalán en el Estatuto», según el mismo periódico? Y todo por razones electorales, para insuflar aire a un tripartito presidido por socialistas, que ha hecho más por separar Cataluña de España que todos los gobiernos nacionalistas anteriores.


La cosa es todo menos banal. De tener Cataluña su propia Justicia, estén ustedes seguros de que no se hubiera prohibido el homenaje a una etarra convicta y confesa, planeado ayer en Barcelona. Pues ni el Gobierno, ni la Generalitat, ni el ayuntamiento, controlados por socialistas, habían hecho nada por evitarlo, habiendo tenido que ser un juez de la Audiencia Nacional, a solicitud de la asociación Dignidad y Justicia, quien lo haya hecho. Pero podemos despedirnos de ello si los planes del presidente se llevan a cabo. A no ser que esté engañando a sus propios compañeros, como ha hecho con todos, prometiendo lo que no piensa cumplir si llegada la hora de la verdad —las elecciones generales— no le conviene. Pero que sigue en su línea de deslealtades está a la vista.

«Gobernamos con diplomacia, lejos del ardor guerrero del PP», ha dicho la vicepresidencia primera, a propósito de la misma visita de Aznar a Melilla. Por lo visto, llama diplomacia a lo que Chamberlain llamaba «apaciguamiento» ante Hitler: ceder ante el agresor con la esperanza de calmarlo. Como se demostró tras Munich, el apaciguamiento no frena al agresor, al revés, le anima a pedir más. ¿Es también «diplomacia» haber concedido a los gibraltareños cuanto pedían, en vez de oponerse a su expansión por tierra, mar y aire españoles?

Claro que el gobierno Zapatero necesita todo su tiempo y energía para atacar a su verdadero y puede único enemigo: el PP.


ABC - Opinión

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