domingo, 22 de agosto de 2010

De bobos y desleales. Por M. Martín Ferrand

Esa tropa que gobierna en Cataluña le resulta imprescindible a Zapatero para poder seguir en el machito.

EL último Consejo de Ministros, extemporáneo y hueco, sirve para demostrar la obsesión electorera que preside el ánimo de José Luis Rodríguez Zapatero. De hecho, el exiguo contenido de la reunión de rabadanes se centró en el innoble propósito de colaborar con José Montilla en una «operación rescate» para que el Estatut vuelva a ser el que aprobó el Parlament y sancionaron las Cortes en olvido, o rebeldía, de las precisiones dictadas por el Tribunal Constitucional. Eso sí que es deslealtad y no la que le atribuyen a José María Aznar. Deslealtad a la Constitución, al Tribunal que la interpreta y, sobre todo, a los españoles que la respaldamos y que, a falta de otra mejor, la aceptamos como buena para organizar la convivencia democrática que algunos tratan de impedir.

No ha provocado el suficiente escándalo, el que merece, el hecho de que todo un presidente autonómico, representante del Estado en su territorio, descalifique a la Defensora del Pueblo en funciones, María Luisa Cava de Llano, por su recurso de inconstitucionalidad contra la Ley de Acogida de Inmigrantes, otro de los desaguisados legislativos del Parlament.


La Defensora, según Montilla, debiera abstenerse porque, en su día, fue diputada del PP. Eso no es confundir el tocino con la velocidad, error gravísimo entre cocineros y ciclistas, sino imponer la exclusión militante en la vida democrática, algo totalmente descalificador en un gobernante. El error de Montilla no es personal, como el que tiene una verruga. Se trata de algo compartido y generalizado entre los integrantes de su Govern. Joseph Huguet, consejero de Innovación (?) y notable de ERC, ante el recurso de la Defensora, le llamó falangista a Enrique Múgica que ya no es Defensor —¡hay que leer los periódicos, Huguet!— y que, por sus hechos y sus dichos, está tan lejos de Falange como su ofensor de la inteligencia.

Esa tropa que gobierna en Cataluña le resulta imprescindible a Zapatero para poder seguir en el machito y de ahí las cesiones de soberanía que se encierran tras el último Consejo para engordar, contra la razón y el derecho, el Estatut que terminará por arruinar a Cataluña después de haberla privado de muchos de sus numerosos encantos.

Por el momento, el titular de Justicia, el obediente Francisco Caamaño, ya ha sido encargado de preparar una reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial para, contra el TC y la mismísima Constitución, parcelar la unidad jurisdiccional del Estado y conseguir, por ejemplo, que, en Cataluña, sin salir de casa, puedan casar las sentencias que les resulten incómodas mientras se contemplan el ombligo.


ABC - Opinión

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