lunes, 19 de julio de 2010

¿Quién manda aquí?. Por César Alonso de los Ríos

Resulta brutal decirlo pero ZP se está salvando gracias a la destrucción de la casa común que es España.

ZP supo lo que hacía cuando definió el «bloque de progreso» de socialistas y nacionalistas en los comienzos de su liderazgo. Si ya venía funcionando con González iba a tener más sentido al proponer la conquista de los «autogobiernos» en las nacionalidades. De hecho, gracias a este pacto el Gobierno está sorteando la terrible crisis económica. Resulta brutal decirlo pero ZP se está salvando gracias a la destrucción de la casa común que es España.

Ante este hecho a los ideólogos del PSOE les gustaría alejarse de los compromisos siniestros a los que les llevan los nacionalismos y en ese intento acusan a la derecha de haber planteado la polémica sobre el esencialismo español. Así, hace unos días José María Ridao aludía en «El país» al noventayochismo sin darse cuenta de que el retorno al debate sobre España en los términos del primer tercio del siglo XX ha surgido como reacción frente a las defensas de los «hechos diferenciales». No al revés. Ha sido el despertar de los nacionalismos en el último franquismo lo que iba a provocar la necesidad de defender la unidad y los valores españoles. Han sido las recuperaciones en Cataluña de las tesis de Rovira i Virgili y Prat de la Riba o en Galicia de Brañas y en el País Vasco de Arana… las que han llevado a un rescate de los planeamientos nacionales basados en Unamuno, Maeztu, Baroja, Menéndez Pidal, Ortega, Marañón, Azaña... ¡Qué diferencia de tamaño intelectual entre aquellos y estos! Ojalá la articulación del pensamiento de la derecha hubiera terminado siendo el producto depurado de las generaciones del 98 y el 14.

El «bloque de progreso» ha denunciado la traición que el fallo del TC ha supuesto para el pacto político que inspiró la redacción de la Constitución. Para recuperarlo cuenta con el Gobierno mismo dispuesto a crear leyes ad hoc o incluso a cambiar la propia Constitución. Porque, en definitiva, ¿quién manda aquí?


ABC - Opinión

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