domingo, 27 de junio de 2010

Su adversario es el viento

El afirmar, como hacen Arenas y Gallardón, que el problema de España es la crisis, supone tanto como decir que si no padeciéramos la actual recesión económica no habría razón alguna para cambiar de Gobierno.

Las últimas declaraciones de altos representantes del Partido Popular asegurando que su enemigo es la crisis y no el PSOE, tienen por fuerza que sumir en la perplejidad a sus simpatizantes, la inmensa mayoría de los cuales es partidaria de derrotar al PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero como paso previo para solucionar la crisis no sólo económica, sino constitucional, social y ética a que las dos legislaturas del leonés nos han abocado.

El afirmar, como hacen Arenas y Gallardón, que el problema de España es la crisis, supone tanto como decir que si no padeciéramos la actual recesión económica no habría razón para cambiar de Gobierno, y eso es algo que difícilmente pueden compartir los diez millones de votantes del partido al que representan.

Parece que en las altas esferas del PP se está empezando a padecer de vértigo electoral ante la posibilidad, cada vez más cierta, de que en breve plazo pueda volver al Gobierno de la nación derrotando previamente al PSOE en algunos de los principales feudos socialistas como Andalucía. Es la única razón que explicaría que, en lugar de presentarse como alternativa en contraposición a la gestión nefasta del socialismo denunciando sus múltiples tropelías, el partido de Mariano Rajoy prefiera ofrecerse al electorado como un simple equipo de tecnócratas capaz de gestionar mejor los asuntos económicos que el actual consejo de ministros.


El Partido Popular sigue sin aprender la lección del Prestige, la guerra de Irak y, sobre todo, del 11-M. Con un país que estaba a punto de alcanzar el pleno empleo, unas finanzas saneadas, la Seguridad Social con superávit después de haberla rescatado de la hecatombe felipista y con un papel cada vez más relevante en la escena internacional, los socialistas consiguieron derrotar al partido apelando a la demagogia política y al radicalismo social.

Rajoy, en cambio, prefiere seguir el dictado ideológico del PSOE sin hacer demasiado ruido como demuestran las declaraciones de Arenas y Gallardón. Cualquier cosa antes de que tachen a su partido de “crispador”. Pero así, la derecha española sólo podrá aspirar al usufructo de un poder cuyo titular, por renuncia expresa de los dirigentes del PP, siempre pertenecerá por derecho propio al principal partido de izquierdas.

La derecha sociológica, más que colocar a los políticos que la dirigen en los centros de poder, quiere que el partido al que vota defienda los principios y valores que siempre la han caracterizado, más para eso, lo primero es identificar correctamente al adversario. Y es que, hasta donde sabemos, las crisis no se presentan a las elecciones.


Libertad Digital - Editorial

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