martes, 22 de junio de 2010

Lampedusa de león. Por M. Martín Ferrand

Zapatero necesita una crisis y mucho ruido para tapar sus abundantes y recientes fracasos.

CUANDO, después de pasar el ecuador de una legislatura, al ministro de Exteriores le da por organizar un gran zafarrancho de cambio entre los titulares de las embajadas no es, necesariamente, señal de que se prepara un giro notable en la política internacional de España. Suele tratarse, y así ha sido siempre, de que el titular se siente inseguro y trata de revitalizarse, como hacía Samuel Bronston para incrementar la recaudación de sus películas, con grandes movimientos de masas. A Francisco Vázquez, representante de España ante la Santa Sede, se le está poniendo cara de Defensor del Pueblo, no hay más que verle. Joan Clos, a quien por hacerlo mal como alcalde de Barcelona Zapatero —no olvidemos la catástrofe del Foro— convirtió en ministro de Industria y es ahora, por idéntica razón, embajador en Turquía ya anuncia a sus amistades un próximo traslado. También a Carlos Bastarreche, representante permanente de España ante la UE se le da por cesado. Su cooperación al frustrado semestre planetario y glorioso del líder socialista no se valora como suficiente y circula por los corrillos especializados y corporativistas el nombre de su sustituto.

Quiero decir que se anuncian muchos y notables relevos en la cumbre del poder. Zapatero necesita una crisis y mucho ruido para tapar sus abundantes y recientes fracasos y, mientras dilucida sobre sus alfiles vicepresidenciales y sus torres económicas, va sacando del tablero algunos peones para premiar a los buenos, a los más adictos, y castigar a los malos, los más díscolos. Los mentideros capitalinos no cesan en el susurro y el rumor y en ello estaremos, con intensidad variable, hasta que en vísperas de la Virgen del Carmen Zapatero desembarque en el Congreso para cantar, y no le canten, las diez de últimas frente a un Mariano Rajoy que también anda, por bien que le pinte en las encuestas, muy necesitado de cariño y adhesiones.

Zapatero, como el duque de Palma di Montediaro, necesita muchas transformaciones. Tantas como para fijarse a sí mismo en La Moncloa en los años siguientes al 2012 y, entre ellas, bien pudiera figurar el traslado de Carme Chacón a Barcelona, tras su salida de Defensa, para ir preparando y protagonizando el inevitable mutis de José Montilla. Así, además y de paso, se encubrirá el disparate que supone el aplazamiento sine die de la inauguración en Toledo del Museo del Ejército, con presencia prevista de la Casa Real, para que la de Esplugas de Llobregat pueda asistir mañana al Congreso para votar la reformita laboral de su jefe y mentor. Y así sucesivamente, hasta donde sea necesario, para continuar en el machito.


ABC - Opinión

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